【 CAPÍTULO DIECISÉIS 】
LUGAR SEGURO▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬
LOS GRITOS PROVENIENTES de la casa de las Campbell se habían convertido en algo habitual. Los vecinos escuchaban a la joven Diana y a su tía Isabelle discutir diariamente, por la mañana y por la noche. No había ni un sólo día en el que no hubiera una disputa entre ellas. Y siempre era por lo mismo: Tom Riddle y su grupito de amigos.
Isabelle Campbell era una mujer inteligente. No tanto como Diana (ella era terriblemente insuperable y muy consciente de ello), pero lo suficiente para saber que las familias Malfoy, Nott y Black entre otras no eran una buena influencia, sobre todo si se reunían con Riddle habitualmente. Isabelle intentaba hacerle entender a su sobrina que debía alejarse, seguir con su vida como solía hacer antes de trasladarse a Hogwarts. Pero su insistencia tan sólo conseguía que Diana comenzara a desatar una furia que jamás había sentido.
Las emociones fuertes nunca habían sido un problema para ella. Siempre supo controlarse y evitar conflictos, pero sus nuevas amistades le estaban cobrando factura. Cada vez que su tía comenzaba una discusión, Diana sentía el impulso de lanzarle mil maleficios distintos. En cambio, se limitaba a gritarle, golpear cosas como las paredes y enrojecer llena de rabia. Hasta que llegó un momento en el que tuvo tanto enfado en su interior, que decidió marcharse.
Aquella bonita casa donde habían vivido sus padres ya no era su hogar. En cambio, Tom sí lo era.
Era principios de septiembre cuando Diana guardó todas las posesiones que consideraba importantes y se fue de su casa sin avisar. Su tía estaba trabajando a esas horas de la mañana (tenía un puesto de secretaria en el Ministerio de Magia), por lo que no tuvo que discutir con ella antes de marcharse. Cuando volviera a casa, Isabelle encontraría una carta con palabras demasiado crueles escritas en ella. Puro odio y frivolidad reflejados en una última nota de despedida para la que había llegado a ser la única familia que le quedaba. Diana no sentía remordimientos.
Se apareció en el Callejón Diagon en cuestión de segundos, con una fría mirada que le dedicaba a todo aquel que se cruzara en su camino. Cuando se dio cuenta de lo que sucedía, de lo fría que estaba actuando, relajó la expresión de su rostro. Estaba contenta con su decisión, pero debía calmar sus humos y mantener sus emociones controladas. Sólo así encontraría el equilibrio.
Sabía perfectamente a qué lugar dirigirse. La casa de Tom se encontraba en el Callejón Knockturn; un pequeño piso bastante viejo y poco amueblado situado cerca de la tienda donde trabajaba. Después de ser rechazado para el puesto de profesor de Defensa de las Artes Oscuras en Hogwarts por su joven edad, consiguió un trabajo en Borgin y Burkes. Era una tienda especializada en la compraventa de objetos valiosos y, especialmente, los relacionados con la magia oscura. Y aunque mucha gente en el Mundo Mágico estaba decepcionada de que Tom Riddle, el famoso alumno estrella de Hogwarts, no había aspirado a algo mejor, a Diana no podía importarle menos.
Llamó a la puerta de madera gastada. Pasaron unos terriblemente largos minutos en los que no recibió respuesta, y Diana comenzó a perder los nervios. Entonces, la puerta fue abrierta por Tom. Tenía el pelo mojado, sus perfectos rizos despeinándose con el frío aire de Londres, y sólo llevaba puestos unos pantalones. Se veía que acababa de salir de la ducha, por eso tardó tanto en abrirle. Tenía la expresión fría de siempre, que se suavizó ligeramente al ver a Diana.
La joven no se fijó en su pecho desnudo debido a todas las emociones que sentía a la vez. Tristeza, enfado, frustración, incluso amor de ver al hombre que tanto quería frenta ella con el ceño levemente fruncido por preocupación. Sin previo aviso se abalanzó sobre él, envolviendo sus brazos en su cintura descubierta en forma de abrazo, que fue recibido con lentitud y duda.
—¿Qué sucede, Diana? ¿Por qué llevas una maleta? —su voz sonó en su oído como un susurro mientras las uñas de la chica se clavaba ligeramente en la piel de Tom.
—Me he ido —dijo sin más, intentando recuperar la compostura y respirando hondo—. He abandonado a mi tía. Ya no podía más, Tom. No hacía más que decirme que eres una mala influencia y que debería alejarme de ti.
Tom se separó un poco de ella para cerrar la puerta del piso. Así evitaría que sus planes o su verdadera forma de ser quedara al descubierto ante gente curiosa.
—¿Tú crees que lo soy? —cuestionó con una ceja alzada. Involuntariamente, apretó su agarre en el brazo de Diana con impaciencia—. ¿Crees que soy una mala persona, alguien de quien deberías alejarte?
Diana no dudó ni un segundo en dar a conocer su respuesta.
—Por supuesto que no —dijo con sus manos sobre las suaves mejillas del chico, que se mantenía inexpresivo. Su falta de emoción indicaba lo poco que le importaba el asunto, pero tenía que fingir interés—. He venido a ti porque te quiero, Tom. Sé que tus sentimientos son complicados por culpa de la humanidad que te quitan los horrocruxes... —frunció el ceño con determinación y lo miró directamente a los ojos—. Pero, a pesar de eso, yo siempre estaré a tu lado. Nunca me alejaré. Así funciona el amor.
Tom la miró con sorpresa y, a la vez, fascinación. ¿Aquello que compartía con la hermosa joven entre sus brazos era lo que llamaban «amor»? Estaba claro que el brillo en los ojos de Diana lo era, definitivamente. No obstante, ¿él la amaba? Nunca antes había amado a alguien y no tenía ni idea de cómo era.
Mientras miraba los brillantes ojos de la chica, se planteó todas las cuestiones. Tom quería proteger a Diana de todo tipo de mal, pero no le importaba causarle dolor él mismo. Admiraba su inteligencia, pero también sentía envidia de lo lista que podía llegar a ser. Le gustaba pasar tiempo con ella, pero simplemente porque no quería que estuviera con otras personas que no fueran él. Además, le encantaba cuando se besaban y esos besos llegaban a algo mucho más íntimo; en esos momentos él se esmeraba tanto en sentir algo con su frío corazón que apenas se daba cuenta de la rudeza que empleaba, aunque Diana no se molestaba.
Fue entonces cuando lo comprendió: Tom Riddle era incapaz de amar y, por mucho que lo intentara, jamás lo conseguiría.
—¿Puedo quedarme aquí contigo? —preguntó Diana con voz firme, sin perder ni un solo momento su orgullo. Jamás se derrumbaría frente a otra persona, sería demasiado vergonzoso. Sin embargo, todavía abrazaba el torso descubierto de Tom como si la vida le fuese en ello.
Su mirada es tan bella, pensó Tom. Casi tan bella como ver sufrir a muggles impuros, como tener un ejército completamente leal a él, como el futuro que tenía preparado para la humanidad. Comprendió también entonces que a pesar de no poder amar, le podían encantar ciertos juegos.
Y Diana era uno de esos juegos.
—Por supuesto —respondió con una sonrisa torcida, que contenía un tipo de maldad oculta con su encanto.
Fue en ese preciso instante cuando todo empezó a desmoronarse.
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siento mucho haber tardado tanto en actualizar, es que necesitaba un descanso de wattpad para centrarme un poco más en mi vida 😁
espero que os haya gustado este capítulo y, si fue así, por favor votad. me ayudáis un montón a continuar 🥺
también leo TODOS vuestros comentarios y opiniones. siempre intento responder lo máximo posible para seguir en contacto con vosotros porque, ciertamente, los escritores no somos nada sin vosotros, los maravillosos lectores <3
- Aida 💃🏼
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𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐇𝐈𝐍𝐈𝐍𝐆 ─ tom riddle
Fanfic• . ˚ * ━━ 𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐇𝐈𝐍𝐈𝐍𝐆 ❝Ella era la luz en su oscuridad, aunque a veces no brillaba lo suficiente.❞ Había muchas cosas que Diana Campbell no tenía muy claras, pero sabía con certeza que en toda oscuridad siempre había un resplandor de luz...