Ambos chicos se encontraban recostados sobre la cama, las luces de la habitación se encontraban apagadas mientras la luz blanquecina de la televisión alumbraba vagamente sus rostros, con una de sus manos San acariciaba el cabello de Wooyoung, mientras con la otra llevaba el cigarrillo a su boca.
— Termine con Minju — Dijo. Sus dedos aplastaron el cigarrillo contra el cenicero.
Wooyoung asintió en silencio, San parecía bastante sumergido en el mismo, no parecía estar de buen humor como él. Wooyoung no lo entendía.
— Ahora no puedes dejarme — Susurró . Sus ojos se cerraron fuertemente. San sentía que aquel reboso de felicidad llegaría después de este día. — No puedes dejarme Wooyoung, yo deje a Minju por ti — Su brazo se posó sobre sus ojos, cubriéndolos mientras su corazón se aplastaba ante el miedo de ser abandonado nuevamente, porqué no tenía nada, no tenía a nadie.
Wooyoung secó su primera, su segunda y su tercera lágrima, se prometió también secar todas las que vendrían, porqué ahora podía estar seguro de que Choi San estaba encantado mínimamente con él, que lo estimaba.
— No lo haré — Murmuró, su piernas abrazaron las del contrario y sus brazos su cintura, sus labios besaron su piel y sus ojos se nublaron, porqué no podía ocultar su felicidad a pesar de que Choi San sufría, lloraba porqué él temía, mientras él sonreía, porqué el hombre al que amaba no tenía a nadie más que a él.
Su cuerpo se posó sobre él de San, tomó sus manos y entrelazó sus dedos, sus labios se unieron, ¿Porqué él sonreía mientras el otro sollozaba sobre sus labios?, sollozos ahogados por su lengua en la boca del él, sus cuerpos rozándose, con corazones agrietados porqué ahora San no era nada más que el ángel de la muerte con sus alas cortadas.
— Estarás bien — Jadeó Wooyoung, una y otra vez mientras San lo masturbaba.
Él quería dejar de respirar, era tan cruel con todos los que lo rodeaban, ¿Porqué merecer a San?, su alma gemela, su otra mitad, ahora lo entendía, era patético, lo odiaba.
— Prométeme solo una cosa — Susurró San, desnudándolo, desnudándose frente a los orbes deseosos de Wooyoung, el chico de brillantes ojos los cuales parecían constelaciones, fé y esperanzas en sus manos.
— ¿Qué es? — Sus muñecas forcejearon contra las manos de San, el chico estaba sobre él, besando su cuello, su lengua acarició su piel, y su espalda se arqueó.
— Tus pesadillas, debes contarme, debes hacerlo, yo, joder deja de moverte — Gruñó.
— Lo haré solo, no dejes de tocarme — Murmuró, con sus ojos cerrados, sus mejillas sonrojadas, y sus labios entreabiertos, jadeando y gimiendo. En ese momento nada más importaba que él y San.
Y San no podía detenerse luego de darle la primera estocada a Wooyoung, él sonreía y exclamaba su nombre con felicidad, Wooyoung sería su judas en tierra, estaba dispuesto a amar a un hombre traicionero.
— Bésame — Jadeó Wooyoung abrazando su cuerpo.
— Claro, bebé — Gruñó, sus labios devorando los contrarios.
Correría el riesgo, era un loco al confiar en judas.