Bobby In Phoenix

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The fall fue un total fracaso. Lo sabía pero aún así decidió promocionarlo con otra gira.

Niccals, Stuart y Bobby Womack viajaban hacía Arizona, la última parada para el afroamericano.

Iban en un viejo trenecillo de esos de las películas de los cincuentas, atravesando el desierto y el sol que los alumbraba con luz anaranjada. Stuart estaba paralizado en su asiento, quería salir corriendo, escapar e irse lejos.

La relación con Murdoc se rompía más y más conforme el tiempo avanzaba. Nada era igual en cuanto se emborrachaba y se encerraba en su torre del faro.

El robot ya no estaba, pero eso no le daría certeza de  que su huida estuviera asegurada. Era un hombre fuerte, y en su vida se atrevería a levantarle la mano.

Bobby iba muy cómodo junto a la ventana, con una sonrisa apaciguada y sus lentes oscuros. Sabía la tensión que había y la aprovecharía para poder regresar a casa.


¡Ni loco le pediría permiso al idiota verde! Por eso, en el tren hacia Arizona, haría su escape de manos del ojinegro.


El tren tendría que parar en una estación para que el maquinista descansé y se le de un respiro a los pasajeros. Ahí, pediría ir por algo de beber y tomaría el tren de retorno.

Parecía estúpidamente sencillo, y es que así lo era. Si nunca se fue era porque no quiso, le gustaba la compañía del vocalista y las olas de la playa le daban la tranquilidad que nunca tuvo en sus años de gloria. Sería una total tontería, pero igual le gustaba charlar con él; le parecía curioso la manera de interpretar las cosas.

Podía ver bien la parábola que se armaba entre ambos. La víctima y el agresor. Dónde ninguno tenía ese papel pero igual lo tenían que cumplir como la ajetreada obra que daban al público.

La historia de los amantes que luchaban por separarse, pero viajan en el mismo tren.

Analizaba con la mirada al pelinegro, tenía una pinta de delincuente tremenda, pero, de vez en cuando, cuando miraba a la ventana, esa mirada se transformaba en la de un chiquillo asustado.

Era cuando podía ver su alma y no el cascarón.

Por otro lado, con el peliazul, lograba ver todo lo contrario. Era un chico fuerte. Podía o no ver y seguía siendolo. Ocultaba su fortaleza tras debilidades.

Seguro cuando acaben por darse sus respectivos lugares, el no estará más en el mundo.


—Parece que el tren se detendrá, salgamos por algo de aire.

La mirada de los pasajeros que decidieron quedarse dentro era de un jurado que veía como tal, a un tipo verde, otro negro y un flacucho con tinte azul.

Para cuándo acabaron de bajar, Bobby se dirigió por su cuenta a un cumulo de gente que pedía entre gritos algo para tomar. Murdoc le ordenó que fuera tras él. Confiado porque era más fácil perder de vista a un hombre afroamericano que uno de cabellera azul.

Entonces se recargo en el tren y prendo un tabaco, mientras veia a la distancia un punto azul moverse entre la muchedumbre.


—Hoy me iré.

Ya de vuelta en el puestesillo con las bebidas en las manos, a Stuart casi se le sale el pecho.

—¡¿Qué?! Pero Murdoc me colgará si regreso sin usted. Sabe qu-


—¿Le tienes miedo?

De fondo, las personas parecían estar en una reunión de amigos, mientras ellos eran totalmente ajenos a ella.

Y lo eran.


—¿Por qué me pregunta eso..?


—No tienes idea... Bueno era de esperarse. Igual no todos nos enajenamos tan fácilmente.

—¿Nos qué..? Volvamos, no sé que haré si me quedo solo con él.


El tenor río por la ironía de esa respuesta.

—¿Es necesario hacer algo? Solo tómalo en tu corazón — Entonces le dió una palmada fraternal a modo de despedida en su hombro y concluyó.—Amante


La estación era relativamente pequeña, tan pequeña que ni el tren cabía para abrir todas sus compuertas.

Del otro lado, del lado del tren que iba a Phoenix, era como Womack subía sin que nadie lo detuviera, y así, se acomodaba en su asiento para despedirse con la mano desde su ventana.

«Ojala nos veamos pronto»

Y así, con su típica sonrisa, descubriendo su cabeza daba el adiós, que sin saberlo, era el definitivo para Stuart.






Así, era como sin saberlo, daba el paso para la peor de sus penurias.





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