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Pongan música triste para acompañar el sentimiento.

CAPÍTULO SETENTA Y CINCO

Todos mis músculos están doloridos cuando despierto, pero de todos modos, no es algo de lo que vaya a quejarme. Dormimos apenas dos horas, pero hemos aprovechado bien el tiempo.

Demasiado bien, diría yo.

Suspiro y parpadeo, dándome cuenta de que la carpa está vacía. Salgo de la bolsa de dormir en la que me metí hace un rato, cuando el calor abandonó mi cuerpo y me pongo la ropa rápidamente, ignorando la pegajosidad entre mis muslos. No hay una ducha, así que tendré que esperar hasta que estemos en la casa. Ni siquiera hemos traído toallas húmedas o algo como para poder limpiarnos.

El recuerdo de todo lo que hemos hecho me pone ansiosa. Cuando ambos acordamos no usar condón por mi temor estúpido a que hubiera un animal fuera que pudiera comerse a Demian al buscar los preservativos en el coche, no pensé que sería así.

no podemos ensuciar la carpa, muñeca, así que debo acabar dentro— me dijo anoche, justificando lo que fue una larga noche de corridas dentro.

Tacha eso de la lista, si quieres.

Solo lo hicimos porque estoy completamente segura de que el implante está en fecha y funciona bien. Lo revisé con mi ginecóloga antes de viajar aquí, así que no es algo que vaya a quitarme el sueño. Supongo que en alguna parte de mi cerebro, el sexo sin condón estaba entre las posibilidades.

Cuando estoy completamente vestida, abro el cierre de la entrada a la carpa y salgo. El frío me golpea, pero cierro el abrigo y bostezo. Demian está encendiendo un nuevo fuego para hacer algo de comida— o eso supongo— y cuando me escucha, se voltea a verme con una sonrisa.

Hombre, es temprano para que me provoques de este modo, ¡Compórtate!

—Buenos días, muñeca.

—Buenos días, Demian— murmuro. Mis botas se hunden un poco en la nieve y sonrío, porque siempre he sido una chica de invierno, pero la nieve realmente añade algo especial a la temporada—. ¿Puedo ayudar con algo?

Es cierto que jamás he hecho un campamento— no era algo que mi padre fuera a aprobar durante mi juventud y cuando me convertí en adulta, lo olvidé por completo— pero no soy perezosa y no es justo que él haga todo.

—No, todo está listo— me dice—. ¿Por qué no te sientas y desayunamos?

Hay un poco de claridad, pero el sol no ha salido por completo. No deben ser más de las siete de la mañana y me sorprendo de mí misma por no estar toda gruñona y malhumorada, pero lo cierto es que, ¿Quién demonios podría estarlo luego de la noche que tuvimos?

Detallo un poco el bosque a mi alrededor, porque anoche no pude hacerlo, debido a la oscuridad y me quedo hipnotizada por la belleza que crea la nieve en las ramas de los árboles y el terreno completamente blanco, solo interrumpido por el coche, la carpa y el fuego.

—Esto es precioso— digo sin poder evitarlo—. ¿Cómo descubriste este lugar?

—Solía venir aquí cuando era un niño— me dice, también mirando alrededor—, pero hablar sobre eso implica romper nuestra regla, muñeca y no me gusta hacer eso.

—Claro— sonrío divertida y me acerco, hasta sentarme a su lado en el tronco que también hemos usado como asiento anoche. Lo cierto es que hay nieve y aire está prácticamente congelado, pero no hace tanto frío como parece.

—Tenemos algo que hacer, así que apresúrate— dice en tono confidencial, luego de pasarme un vaso de vino y un sándwich tostado—. El menú es un poco limitado.

Sinestesia | SEKS #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora