catorce; buenos amigos

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Valentín besaba el cuello de su novio cuando la puerta fue golpeada, no muchas veces tenían la casa sola y cuando lo hacían querían aprovecharla, así que quien golpee la puerta mientras ellos intentaban tener un momento a solas no se iba a llevar sus mejores caras.

—Que corta mambo, ¿quién carajo es?

Valentín gruñó separándose del cuello enrojecido de Daniel y levantándose de la cama se acomodó el pantalón, amagó a salir de la habitación cuando sintió un golpe en la espalda.

—Ponete la remera, no abras la puerta así. —Dani le había revoleado la remera ante el pensamiento de su novio abriendo la puerta en cuero a cualquier desconocido, Valentín rápidamente se la puso y bajó las escaleras.

Abrió la puerta principal dispuesto a putear a quien sea que le haya cortado el garche hasta que vió a su amigo del otro lado con los ojos cristalizados.

Mauro, quien siempre había sido el duro del grupo, el que se cagaba a piñas por defender a sus amigos, el que más intimidaba con solo mirarte fijo un rato, estaba parado en la puerta de su casa luciendo como un nene indefenso.

—Amigo, ¿Qué pasó?

El labio inferior de Lombardo tembló y Valentín lo abrazó.
—Se fue y no me avisó.

Valentín frunció el ceño sin entender. —¿Quién se fue? Vení, entrá.

Valentín cerró la puerta todavía abrazando a un tembloroso Mauro, lo llevó hasta la cocina y lo sentó en una de las banquetas, frotó con cariño sus hombros intentando apaciguar los sollozos.

Cuando lo vió más calmado le ofreció un vaso de agua y el morocho lo agarró sin dudarlo, se lo tomó de un sorbo rápido y suspiró fuerte, todavía tenía la respiración entrecortada.

—¿Me querés contar que pasó, Mau?

—Se fue, vino, me cambió todo lo que… No sé, lo que yo sabía de mí, lo que pensaba que era, lo que me gustaba y se fue, así sin avisarme. —Mauro todavía parecía estar en estado de shock, hablaba más intentando entender él mismo la situación que queriendo explicarsela a Valentín.

El ojiazul por fin unió cabos y entendió, el cordobés que tan brillantes mantenía los ojos de su amigo al parecer se había vuelto a su provincia natal y sin avisar.

Escuchó los pasitos de Dani bajando las escaleras y su voz entrando a la cocina.

—Gordo, ¿Quién era?

Dani apareció en la cocina y frunció el ceño apenas vió a Mauro con la cabeza gacha.

—Prepará el mate, bebé. —El rubio asintió rápido y puso la pava en silencio y sin hacer preguntas.

Mauro avisó que iba al baño a lavarse la cara y Valentín aprovechó ese momento para contarle rápidamente a su novio lo que había pasado. Daniel estaba al tanto de la historia de Mauro y el rubio que tan enamorado lo tenía, Mauro le había contado todo con lujo de detalles un día que fue a buscar a Valentín y no lo encontró, y como estar callado nunca fue una cualidad suya soltó la lengua rápido.

Lombardo volvió con los ojos más rojos de lo que se había ido así que Valentín supuso que estuvo llorando en el baño, le partía el corazón ver así a su amigo porque sin dudas no se lo merecía, siempre le hablaba preguntándole que cosas podría regalarle a su chico, le pedía consejos para hacer las cosas bien, no entendía como el cordobés podía pagarle así con todo lo que Mauro se había esforzado por él.

Los tres se sentaron en la barra y fue Dani quien se dispuso a cebar el mate, Valentín le advirtió con la mirada que no les dé uno a ellos y se tome cinco él como hace siempre, Dani lo entendió.

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