PRÓLOGO

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  • Dedicado a Andrea Valdiviezo
                                    

La noche caía lentamente frente a mi ventana, el sol tenue acariciaba el horizonte y la luna en todo su esplendor cubría la ciudad de Chicago. El silencio era arrullador, podía sentir más de cerca el sueño sobre mis parpados y apenas eran las siete. Me preguntaba porque mi madre no había preparado la cena, era miércoles y mi padre llegaría pronto a casa, la mayoría del tiempo pasaba fuera, trabajando, pero él jamás se perdería un miércoles familiar. Eran contadas las veces en las cuales mi padre no venía a pasar el tiempo con nosotras y en sus raras veces el trabajo se lo impedía.

Pero hoy mi madre no recibió ninguna llamada de él, ningún mensaje y al parecer ayer no llego a dormir. Hoy apenas logre escuchar su voz tras la puerta preguntando como estaba, pero mi madre no le respondió y eso me preocupa. Usualmente en un miércoles a esta hora la cena ya estaría preparada, la mesa estaría perfectamente arreglada con sus cubiertos, platos y vasos de cristal perfectamente colocados sobre esta.

Algo me decía que no era un miércoles normal, de familiar no tenía ni la f como primera letra, mi madre permanecía demasiado callada, y la preocupación claramente se reflejaba en sus ojos, que en algún momento serian de un intenso color café, pero ahora eran sumamente brillantes por las lágrimas que inútilmente trataba de contener.

- No necesitas fingir.- le había dicho yo.- No está nada mal demostrar lo que sientes.

Ella me había sonreído y luego se acercó para darme un beso antes de salir por la puerta. Realmente algo andaba mal, y no solamente por el hecho de que estuviera llorando, así como el sol perdía su brillo por el horizonte, mi madre había perdido su hermosa sonrisa pocos días atrás, mi padre ya ni siquiera entraba a mi cuarto para despedirse o darme las buenas noches, solo preguntaba si yo estaba bien o no y listo, era como si todo hubiese cambiado de la noche a la mañana.

Unos pasos apresurados se escucharon hasta parecer golpes intensos contra el suelo, mi madre entro rápidamente al cuarto lo que hizo que bruscamente me levantara de la cama, ella estaba agitada y la preocupación remplazaba a su cara triste de hace pocos minutos, me miro y se acercó a mí con agilidad hasta abrazarme.

- Te amo demasiado.- dijo mientras respiraba profundamente.- No quiero perderte.

Sus labios pronunciaron aquellas palabras mientras su voz se quebraba y esta vez no contuvo sus lágrimas.

- No mereces esto, Sherry, no lo mereces, debes tener una vida tranquila.- Hablaba mientras sus manos acariciaban mi espalda.- Lleva esto contigo.

Me mostro un collar de oro que repetidas veces había visto, mi madre lo guardaba en uno de los cajones, escondido entre la ropa, decía que me lo daría cuando pudiera entender realmente el significado de este. Sonreí al recordar sus palabras.

- Estoy lista para saber lo que significa verdad.- le dije, ella asintió con la cabeza demostrando una sonrisa.

- Mientras lo tengas puesto, sabrás que yo estaré a tu lado.- su voz volvió a demostrar nostalgia.- Siempre estaré en tu corazón Sherry, recuérdalo... Jamás dejes que nada ni nadie te haga daño.

Un estruendo sobresalto a mi madre, su agarre se hizo más fuerte y un dolor mínimo recorrió mis costillas hasta cuando mi cuerpo se heló, porque ahora no solo el estruendo llego a mis oídos, si no el sonido de varias cosas rompiéndose fuera de la habitación y las claras voces de varios hombres al maldecir y preguntar en donde nos encontrábamos.

El cuerpo de mi madre se tensó, agarro mi muñeca y me jalo fuerte para después empujarme bajo la cama.

- No salgas de aquí Sherry, no lo hagas sino hasta cuando no escuches ningún ruido entiendes.

En ese momento comprendí que el "algo grave" de mis pensamientos, realmente era algo superior a grave, porque la voz preocupante de mi madre más la cantidad de lágrimas que derramaba no podía indicar otra cosa.

Mi cerebro de inmediato envió impulsos que hicieron mis manos temblar y mi cuerpo se volvió rígido.

- No me dejes por favor.- le rogué.

Para ese instante el pánico ya era quien dirigía mis pensamientos.

- No salgas, prométemelo, te amo.- fue lo último que dijo antes de salir de la habitación.

Dejándome sola, escuchando los estruendos, los gritos, esperando a salir cuando todo estuviera calmado, esperando hasta el momento indicado, pensando en que nada malo sucedería.

SHOT THE GUN (Disparo) CanceladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora