Capítulo 15

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Hemos pasado demasiado tiempo sin saber el uno del otro, no sé qué ha sido de ella en estos diez años, quiénes han sido sus amigos, si sus padres siguen juntos, si su abuela la que le hacia las trenzas estaba bien, si su color favorito seguía siendo el celeste... nada.

- ¿Eva?

- ¿Hugo? ¿Cómo has conseguido mi número?

- Pues tú tienes amigas, y yo tengo amigos, y entre ellos se conocen, y...

- Vale, vale, corta el rollo. Dime, ¿qué pasa?

- Quiero hacerte unas preguntas.

Se queda callada al otro lado del auricular.

- ¿Estás ahí?

- Sí. ¿Para qué son las preguntas?

- Hemos estado diez años de nuestras vidas sin saber nada el uno del otro... tenemos que ponernos al día, ¿no?

- Claro. Podríamos vernos y contestamos a las preguntas los dos.

- Perfecto. ¿Te recojo?

- No, mejor vente a mi casa que mi madre ha salido con los enanos.

- Ok. Ahora nos vemos.

- Adiós.

...

Somos amigos ¿no? ¿Qué hay de malo en que venga a casa? Nada, no hay nada.

*Ding – Dong*

Doy un salto en el sillón, no esperaba el timbre tan pronto. Salgo a abrir.

- ¡Si que has llegado rápido!

- Ya ves, tenía ganas de verte.

Me da dos besos mientras deja sus manos sobre mis caderas. Después pasa adentro y se sienta en el sofá, yo le imito y me siento a su lado poniendo la rodilla sobre el sofá.

- Y bien, tú dirás.

- Está bien. Empiezo, ¿va?

Asiento mientras recojo la otra pierna para subirla encima del sofá.

- Primera pregunta: defínete.

- Uf... A ver, pues... soy como soy. Transparente, para bien o para mal. Fría y distante a veces, esa es mi armadura, pero todo lo que hago lo hago de corazón, dejándome llevar por él. ¿Qué te parece?

- Me gustas.

- ¿Y tú?

- Yo... yo desconfío mucho de la gente, pero también me encariño muy rápido. Me encanta estar con mis amigos, pero también necesito mi espacio para estar solo. Hay veces que soy insoportable y también me enfado muy rápido. Hay días que no tengo ganas de hacer nada y otros que me muero si me quedo encerrado en casa. No soy nada normal. Hay veces que pienso en la muerte. Me río de todo. Creo mucho en las personas y cuando me fallan perdono pero jamás olvido.

- Tú también me gustas.

Lo noto sonreír.

- ¿Quieres tomar algo?

Me levanto y me dirijo a la cocina.

- Un poco de agua.

Saco dos vasos y una jarra y vuelvo a sentarme con las piernas entrecruzadas encima del sofá, a su lado.

Finales inesperados para cuentos inexistentes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora