Capítulo 16

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Voy camino de mi casa, embobado, pensando en lo que casi ha pasado, casi nos besamos, la tenía tan cerca, dos minutos más y lo hubiera conseguido, llevaba tantos años intentando olvidarla y ahora la tenía tan cerca...

- ¡Qué pasa hermano!

La figura de un chico se para delante de mí.

- ¡Menuda cara de bobo traes! ¿Vienes de tirarte a alguna tía, verdad?

- Eres un capullo Rafa... no te pases ni un pelo que te meto.

Los dos reímos y nos damos un abrazo. Hacía días que no lo veía.

- ¿Cómo te va?

- Vengo de casa de Eva.

- Eva... ¿Evi?

- Sí, Evi la de las trenzas.

- ¿Te la has cepillado ya?

- Tío, eres un burro, pensaba que desde que estabas con Laura te habías centrado pero veo que sigues igual de asilvestrado que siempre.

- No cambiaré por una tía ya lo sabes.

Le sonreí con lástima. Rafa no había tenido una infancia como los demás, no es que la mía fuera muy común pero él perdió a sus padres cuando era muy crío y vivió hasta que cumplió la mayoría de edad con su tía, que más que tratarlo como a un hijo, lo trataba como a un esclavo. Eso le había hecho convertirse en un tío duro, y que jamás cambiaría por nadie. Una lástima que nunca se haya enamorado de verdad como para cambiar.

- Entonces qué, ¿te la has tirado o no?

- Que no tío que no... somos solo amigos.

- Pues menuda cara traes, pareces el tío más feliz del mundo después de haberse tirado a la pivona del año.

- Pues te equivocas, simplemente soy feliz con lo que tengo.

- Eres un moñas.

- Que te den.

Rafa se despide de mí con un pequeño puñetazo en el hombro y sigue por donde venía, y yo también, sigo mi rumbo hacia mi casa.

...

- Bueno Eva, y ¿qué hacíais aquí los dos solos?

María me mira sonriente y orgullosa de la pregunta que acaba de hacer. Le doy una pequeña patada por debajo de la mesa.

- Eso Eva, ¿cuándo ha vuelto? Y lo más importante ¿desde cuándo sois amigos?

- Ay mamá... no seas cotilla.

- No es ser cotilla mujer, solo quiero saber qué clase de gente está en mi casa cuando yo no estoy, y más si le cortó una trenza a mi hija de pequeña y la tiró al suelo haciéndole sangre en las rodillas.

Mi madre es así, protectora a más no poder.

- Que no pasa nada mamá, ha cambiado, somos amigos.

- Ya. Amigos.

María ha vuelto a abrir la boca llevándose otra patada por debajo de la mesa. Ésta vez parece que le ha dolido puesto que ha cerrado los ojos y seguidamente me ha mirado con odio.

- Sí. Amigos.

Álex miraba de una a la otra sin pestañear, mi madre seguía con su sonrisa en la cara nuestra conversación.

Finales inesperados para cuentos inexistentes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora