Capítulo 22

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Abro los ojos lentamente, la habitación está a oscuras solamente iluminada por unas pegatinas fosforescentes pegadas en mi escritorio. La verdad es que anoche pasé miedo por primera vez desde hacía mucho tiempo. La última vez que había sentido miedo fue cuando me dijeron que él se iba a ir, porque sabía en lo que se iba a convertir mi vida a partir de entonces. Pero ahora, él ha vuelto y me ha hecho sentir cosas que hacía tiempo que no sentía. Me siento protegida a su lado.

Levanto mi cabeza de su pecho y como puedo me deshago de su abrazo, haciéndolo girar sobre sí mismo hasta quedar boca abajo pasando las manos por debajo de la almohada. Aún llevamos la ropa de ayer, así que sin hacer ruido abro el armario, cojo la primera camiseta que encuentro y salgo de la habitación.

Me cambio en el baño y me dirijo a la cocina a ver si hay algo para desayunar. Abro la nevera y pegado al brick de leche hay un post-it.

"Los niños están en clase y comen allí, yo tampoco vengo a comer. Pasadlo bien. Mamá."

¿Puede ser que mi propia madre me esté incitando a...? No, no, no.

...

Abro los ojos en una cama que no es la mía; huele a Eva. La leve luz que desprenden esos corazones fosforitos que tiene en el escritorio, me iluminan el camino hasta el interruptor. Me quito la camisa, quedándome en camiseta interior y vaqueros. Salgo de la habitación de Eva sin hacer ruido y me acerco hacia el salón. No está ahí. Paso hacia la cocina y me la encuentro de espaldas a la puerta, apoyada en el mármol haciendo algo. Me apoyo en la puerta para poder verla tranquilamente mientras ella sigue a lo suyo; la camiseta que lleva no le cubre ni la mitad de la barriga, hay un espacio de piel morena entre la camiseta y el culotte. La poca ropa que lleva le marca las curvas a la perfección. Me acerco a ella y la agarro por detrás; da un respingo.

...

Noto como me cogen por detrás y me besan en el cuello. Miro hacia abajo y veo las manos tatuadas de Hugo acariciándome la cintura; me giro hacia él.

- Estamos solos.

Me mira sorprendido.

- Eso significa...

- Que estamos solos.

Le doy un beso rápido en los labios.

- Sabes a fresa.

Le meto un trozo de tostada con mermelada de fresa en la boca.

- Ahora lo entiendo.

Ahora es él el que me besa a mí antes de escapar de sus brazos para sugerentemente andar hacia el salón.

...

Me está provocando y lo sé. Camino detrás de ella dejando el suficiente espacio como para poder verla tranquilamente.

- ¿Qué miras marrano?

Se gira hacia mí y me pilla mirándole el culo.

- Yo... nada... estaba memorizando ese culotte porque creo que va a durarte poco tiempo puesto.

Ale, ya lo he dicho. Me provoca, aquí tiene el resultado... no llega a sentarse en el sofá y vuelve hacia mí.

- ¿Ah sí? ¿Va a durarme poco rato puesto? ¿Y eso por qué? ¿Eh?

Su cara está a escasos centímetros de la mía. Pone sus manos en mi cadera y me da un travieso mordisco en la mejilla; después, sale corriendo hacia su habitación.

Finales inesperados para cuentos inexistentes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora