Capítulo veinticinco: Motivo.

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"Nunca pensé pedirte este tipo de consejos considerando que eres un pervertido sin remedio, Ero-sennin, pero...

Patea una piedra y la ve rebotar hasta perderse del camino, dejando ya no cien de ellas regadas por sobre la tierra, sino noventa y nueve. Noventa y ocho con la que empuja hacia la zona de césped a su izquierda. Es el único número hipotético en el que puede pensar.

...ahora creo necesitarte para algo que no es luchar."

Hacer caminatas es lo que mejor se le da. No traza un rumbo antes de partir ni es acompañado por otra presencia con sus propios fantasmas, siendo así como le gusta. Disfruta de la espontaneidad, de la libertad con la que sus pies le guían a lo largo de un recorrido que desconoce, pero que sin duda le ayuda a despejar la mente atorada. No se preocupa por un dónde o un cómo; va de aquí hacia allá al amanecer, de allá hacia acá al atardecer y de quién sabe dónde hasta dónde sabe quién al anochecer. Se pierde. Deja que sus zapatos se desgasten con cada pisada, aunque ni eso parece molestarle. El motivo de esta ocasión no ameritaba horas extras fuera, pero él pensaba dar unas cuantas vueltas más igualmente. Y sucedía que, desde la vez que visitó la tumba de su difunto maestro creyendo que sería una alternativa de solución eficaz para sus líos hormonales en plena juventud, las palabras que le dedicó no salen de su cabeza. No se avergüenza de ellas, sin embargo. En realidad, estaba orgulloso del arrebato de inspiración que mandó sobre su yo común y habló como si tuviese el corazón pegado a la lengua. El problema era justo ese: el sentimiento con el que se dirigió a él. No lloró porque no quería que Jiraiya se burlase. Se fue por las ramas un par de veces, pero supo arreglárselas y volver al tema del que tanto quería desahogarse. Se lo contó con lujo de detalle, más o menos para que se hiciese una idea certera del problema. Hizo pausas para permitirle pensar al respecto en lo que tomaba aire. Se quedó callado al final, esperando que le respondiera. Le agradeció, palmeó su nombre en la lápida y levantó solo uno de los dos envases de ramen instantáneo que había llevado, ya que el segundo se lo dejó como un regalo por no haberle ido a visitar en un tiempo.

No se avergüenza de lo que dijo, sino de lo mucho que lo sintió. De las emociones que lo embriagaron por hablar de Sasuke y un estúpido encuentro de bocas que no comprende. De Sasuke y sus actitudes. De Sasuke, sin más. Se ablandó tanto por hablar de sus descubiertos sentimientos y quien es el culpable de ellos, que se pone ansioso cada vez que lo recuerda.

No sabe cuánto tiempo lleva caminando, pero está seguro de que es la primera vez que se detiene. Sus manos, escondidas dentro de los bolsillos, son las únicas que no atestiguan lo que el resto de su cuerpo sí. Naruto aguanta la respiración inconscientemente, fijando su atención en la figura que adorna con su presencia las aguas calmas del río que tiene en frente. Analiza su espalda y la pierna en la que pone todo su peso, haciendo esa pose que parece otorgarle comodidad cuando está de pie. ¿Qué estaba haciendo él allí? ¿Acaso no presume lo ocupado que está con sus misiones extrañamente secretas y de más? Al parecer tiene tiempo suficiente para pavonear.

No se enoja. Sasuke puede hacer lo que quiera cuando quiera y, además, no se han visto en una semana. Por esta vez no hace un comentario al respecto y se calla las bromas, así como calla el suspiro que pretende salir cuando ve las ondas que se forman en la parte trasera de su cabello con el viento. Seguramente los mechones de su cara no le dejan ver ni pío. De eso sí quiere burlarse.

—¡Oy-...!

—No esperaba que tu pasatiempo fuera observar a las personas como un acosador.

Da un pequeño respingo y frunce el ceño. ¡Quería sorprenderlo a él, no ser el sorprendido! Incluso sabiendo que la voz le pertenece, Naruto mira hacia atrás, como esperando que fuese su imaginación y alguien más le estuviese jugando los nervios. Sasuke no se ha movido. Se apresura en bajar la colina de gras y sonríe cuando sus propias pisadas retumban en la madera del descanso en donde, en más de una ocasión, ellos ya se han encontrado. No va a ese bonito lugar desde la vez en que ambos murieron y Naruto exclamó que él no entendía nada, que el sentimiento de hermandad por el que se enorgullecía no era por el motivo que él creía, para luego salir corriendo.

Serendipia [NaruSasu/SasuNaru]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora