Capítulo trece: Hilos detrás del telón.

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Cuando llega a la oficina, ve amontonada cierta cantidad de papeleo que no estaba allí antes de salir. Ve, además, la inconfundible silueta de la primera persona a la que más quería ver antes de que la hora les jugase en contra y fuese incluso más tarde. No esperaba recibirlo hasta el día siguiente, pero agradecía que estuviese ahí en ese instante. Él parece absorto en cualesquiera que sean sus pensamientos y no otorga señales de saber sobre su llegada hasta que la puerta se cierra, porque da un pequeño salto en su lugar.

–¡Hokage-sama! Qué susto –irguió la espalda, enderezó los hombros y le sonrió. Kakashi encuentra su reacción algo adorable para un hombre como él, cosa que también le da risa.

Lo primero que hace es mover la mano de un lado a otro en respuesta.

–Olvidemos eso del "-sama" primero, Iruka-sensei.

Al retirarse el saco de color blanco y dejarlo colgando de una percha, puede oír a Iruka retractándose de sus palabras con un tono de voz quedado, bajo. Se disculpa con un pequeño "Kakashi-san" al final de la oración y el peliplata sabe lo mucho que aquello alimenta el aprecio que le tiene, pero se limita a apoyarse contra la parte frontal del escritorio, cruzando los brazos sobre el pecho, en lugar de demostrárselo con alguna reacción.

–Escuché que Sasuke terminó en el hospital luego de una misión que le encomendó –en su rostro fue obvia la preocupación por más que hiciese el esfuerzo de no alterarse abiertamente–. ¿Cómo se encuentra?

–Hagamos desde ahora como si el brazo con células del primer Hokage no hubiese existido nunca para él.

Iruka frunce el ceño.

–¿Qué cosa peligrosa le mandaste a hacer esta vez?

No está enojado. Le regaña, pero la suavidad de su acento se mantiene intacta. Le acaricia con cada vocal y besa sus sienes con cada consonante; lo arrulla, lo duerme entre suspiros y le sonríe cálido en sueños. Sus manos ahora están sobre su cintura y adquiere la postura de una madre enfurruñada, consiguiendo que el mismísimo Hokage se rasque la nuca con arrepentimiento.

–Ya me disculpé por eso –dice él, sonriendo bajo la máscara.

–Quiero creer que tuviste un motivo.

–Lo tuve.

–¿Y?

–Y terminó sin brazo.

–¡Kakashi! ¡Eso no es algo con lo que debas bromear!

–No bromeo –sentencia, y todo a su alrededor se calma. Aquel otro centra en él la mirada, analizando hasta la mínima deformación en la cicatriz que atraviesa su ojo izquierdo. No bromea, y lo entiende. No bromea, y solo con dejarlo en claro le permite estar tranquilo. Le cree a ciegas, como nunca dejó de hacer–. Fue un imprevisto mayor, pero él puede superarlo.

A Iruka lo abruma un sentimiento de culpa que se traga junto a la saliva acumulada en su boca.

–Presiento que debo preocuparme por algo, pero no estoy seguro de si sea lo correcto. –Considera no decir más. Sin embargo, se arriesga a preguntar–: ¿Qué está sucediendo?

La relación de Kakashi e Iruka nunca simbolizó la cercanía que uno creería que tendrían. Se respetaban, se tomaban en cuenta, pero no se citaban en medio del anochecer para cotorrear sobre las buenas –y no tan buenas– nuevas del País del Fuego. Ninguno consideró que esa amistad fortuita se volvería más de lo que era, y hasta más de lo que se veía desde fuera. Se respetan, se toman en cuenta, y ahora también tienen conocimiento de lo que sucede en cada sector del país gracias al otro. Se cotorrean con buenas intenciones en medio de la noche. Se convirtieron en la representación de amistad que otros sospechaban que tenían, es por eso que, cuando le pregunta, Kakashi piensa que debe decretar un orden inalterable en sus pensamientos para ofrecerle lo que desea escuchar. Lo hace porque conoce sus capacidades, lo hace porque sabe que será de ayuda. Lo hace porque, asimismo, se trata de Iruka, y merecía cualquier explicación que le pudiese brindar.

Serendipia [NaruSasu/SasuNaru]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora