Hay días en los que no le importa verse infantil. No pretende ser quien no es, pero es inconsciente de su parte el terminar siguiéndole la corriente como un niño a pesar de su edad, su historial de vida y reconocida personalidad. Se deja llevar por esa casta esencia sin resistir, siendo víctima de un juego que lo compromete como persona, que pone a prueba su paciencia e intransigencia. Naruto empieza sin su consentimiento una competencia de miradas y, cuando es absorbido por la pureza de esos enormes ojos azules concentrados únicamente en los suyos, acepta no estar calificado para dar vuelta atrás. No puede negarse. No está mentalmente predispuesto a rechazar esa imprevista cercanía que el otro crea solo para asegurar que no va a agarrarlo de idiota y pestañear sin que se de cuenta. Sasuke sabe que, en situaciones donde su corazón de niño sale a la luz y se topa con la naturaleza de un alma enamorada, es peligrosa la vulnerabilidad que lo ataca. Sasuke también sabe que es imposible tener un espíritu transparente, pero es cuando logra vislumbrar más allá de las irises ajenas que comprende lo equivocado que está. Ni siquiera precisa de un genjutsu para meterse en la cabeza que la oscuridad no ocupa un mísero lugar en el corazón de un guerrero como el que tiene en frente.
Ninguno quiebra la concentración con la que se acechan. No saben lo que el otro piensa, y es mejor de esa manera. Si Naruto pudiese leerle la mente dejaría al desnudo lo mucho que Sasuke ama el color del océano, su brillo natural y relajante presencia. Seguramente estaría de acuerdo, puesto a que jamás se enteraría que son sus ojos el verdadero mar, y que su color es el que tanto ama. Sasuke no parpadea porque quiere ganar. Sasuke no parpadea, además, porque el destino le ha enseñado lo duro que es vivir y teme que el agradable momento por el que tiene la suerte de pasar se desvanezca como los últimos copos de nieve bajo los candentes rayos de sol. Quiere observarlo por siempre. Quiere fundirse en esa mirada llorosa y enrojecida, que de seguro le escuece a morir, sin tener que pasar desapercibido a propósito.
–¡Un plato de Ramen! –grita, apuntando hacia el lado contrario de donde Sasuke mira. Buscaba despistarlo para que pudiese librarse del ardor de una vez por todas.
–Eso solo funciona contigo, dobe.
–¡Mierda!
Naruto entrecierra los ojos. Su ceño se frunce y el puente de la nariz se le arruga. Se han estado mirando sin cesar la victoria por un minuto y cuarenta y ocho segundos.
En la habitación de Naruto el suelo yace cubierto por una fina e imperceptible capa de polvo que se adhiere a la ropa, mas no parece importar cuando Sasuke decide arrastrar el trasero por el suelo para acercarse a él hasta que las rodillas de los dos se tocan sutilmente entre sí. No le parecía cómodo estar sentado con las piernas cruzadas, pero agradecía la facilidad que la posición le otorgaba para ejercer ese pequeño contacto físico por el que podría ofrecer su vida.
–No intentes hacer trampa conmigo.
–¡Como si pudiera! Además, ¿cómo sé que no usarás otro de tus poderes oculares para aguantar más que yo?
–Así que admites que puedo ganarte.
Naruto resopla. El airecito que expulsa le cae de lleno a Sasuke en el rostro, haciéndole vacilar. Sus párpados vibran deseosos de darle a sus ojos un descanso.
–¡Claro que no!, pero igual estarías jugando sucio.
La risa que Sasuke emite la acompaña con una negación. El movimiento de cabeza es ligero; no obstante, la longitud actual de su cabello causa que incluso ese simple meneo altere los mechones más cercanos del rostro, cubriéndole parte del Rinnegan. El flequillo se convierte en un muro que obstaculiza parte de su visión. El hincón en la córnea generado por ese cabello que se le ha metido le arde tanto que no puede evitar cerrar ese mismo ojo con fuerza por inercia, pero antes de que pudiese siquiera maldecir, unos dedos ásperos acarician la piel de su frente en un lento recorrido hasta la sien, deslizándose después por detrás del arco de su oreja. Los roces son lentos. El tacto es fino, atento, el mismo que una persona usaría para acariciar la espalda de su pareja después del sexo: con miedo de romperlo después de ya haberle hecho pedazos. Naruto le aparta hasta el último rastro de cabello y Sasuke siente que su mirada azulina es ahora el doble de acojonante.
Acojonante. Así es como se siente ser tocado por la persona que quieres. Tanta adrenalina en escasos segundos te eriza los vellos, te vuelve borrosa la visión. Te enloquece. Sasuke esconde esa locura junto a todas las demás. Junto a las mil veces que sintió lo mismo y no pudo siquiera suspirar para no ser descubierto.
–¿Qué crees que haces?
–No podía ver si hacías trampa –su mano seguía suspendida en el aire, a medio camino de tocar el suelo–. Y eso parecía molestarte.
Otra vez.
–No me pongas tu mano en la cara, apesta.
Hazlo otra vez.
–¡No te mataría decir "gracias", 'ttebayo! ¡Y no apesta!
Sasuke se puso de pie con ayuda de una mano. Naruto se olfateó la mano vendada cuando supuso que nadie lo miraba.
–No apesta –murmura–, solo esto está un poco manchado...–rasca sobre uno de los bordes de la venda para intentar sacársela, pero antes, dice: –Oye, ¿no está tu cabello algo largo?
Al pasarse la mano desde la frente hasta la nuca es que lo nota. La realidad era que sabía lo largo que estaba, pero considera tan trivial ese asunto que lo olvida al instante.
–¿Qué? ¿Quieres ser mi estilista?
La sonrisa pícara en su rostro no se borra ni cuando Naruto se pone de pie para enfrentarlo. Se sacude frente a él la suciedad de los glúteos e imita su pose, solo que, en lugar de apoyar una mano sobre su cintura, él coloca las dos, ya que puede. Él interpreta el acto como una declaración de guerra.
–Si puedo arreglar esa expresión de pocos amigos, entonces ¡por supuesto que sí!
–No te emociones, idiota. Solo me tocarías el cabello, a lo mucho.
–¿Por qué, eh? –Se inclina hacia adelante, cortando la distancia entre su rostro y el mentón levantado de Sasuke, que lo observaba altanero–. ¿Tienes miedo de que arruine tu preciosa cara?
–¿Y qué piensas hacer? ¿Pintarrajearme con marcadores?
Como si las fulminantes miradas que se regalan con tanto anhelo le hiciese recuperar la cordura, Sasuke reacciona tarde al halago que hacen de su rostro. La frase "preciosa cara" resuena en su cabeza como el eco de las cacerolas al caer estruendosamente contra el suelo, con la diferencia de que este incesante bullicio no se le hace para nada molesto. Al contrario.
Siente que las ganas de irse de boca se le escurren hasta que las últimas células de dermis se le resecan, y es entonces cuando sus sentidos se agudizan prodigiosamente. No hace falta activar el Sharingan para ello; Naruto y esa costumbre que tenía de hablar incoherencias en los momentos más inoportunos eran los estímulos precisos para superar sus límites allí, ahora, y sin tener que pelear como excusa. Estando con la sensibilidad a flor de piel, se percata en el cabello adverso. Sin el protector atado en la frente es más sencillo distinguir cuánto más le había crecido, pues los mechones en punta le cubren hasta la mitad del puente de la nariz. Ahora es Sasuke quien, con el atrevimiento que le caracteriza, eleva despacio la diestra hasta una de las patillas contrarias, y desliza los dedos hasta el final de la misma. Naruto no dice nada, no hace nada. No se mueve un ápice porque la fricción de los fríos nudillos contra su mejilla le relajan, y porque nunca se había sentido tan fascinado como lo estaba ahora por la calidez que emanaban los ojos dispares de su mejor amigo. Fueron segundos enigmáticos. Segundos que les secaron las gargantas. Segundos que, probablemente, no se volverán a repetir.
–Hablas como si tuvieras derecho, siendo tú el que lleva el cabello como si fuese un vagabundo.
–¿Adónde vas?
–Voy a cortártelo. Siéntate.
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Serendipia [NaruSasu/SasuNaru]
Fanfiction"Cuando los ninjas tengan permitido expresar sus sentimientos, entonces podré decirte lo mucho que te quiero". ¿Qué tanto está dispuesto uno a aguantar lo que siente cuando se está a punto de estallar de amor?