Capítulo veinte: Please break my heart.

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Era la primera vez que se rompía a causa del peso por guardarse los sentimientos de una vida entera. Era la primera vez que actuaba en contra de sus instintos más profundos, incluso con ellos gritándole a viva voz que, por favor, se detuviera. Era la primera vez que sucumbía. Era la primera vez que se dejaba llevar, que actuaba por impulso, y la primera vez que se sentía bien con ello.

Es culpa de esas noches interminables que pasaron juntos haciendo nada y todo a la vez. Es culpa de ese árbol marcado, lleno de recuerdos amargos y tiempos gloriosos. Es culpa de esa misión, de ese río y esos clones divirtiéndose a costa de sus propios secretos. Es culpa del idiota al que tuvo que cargar porque fingió un tobillo dislocado. Es culpa de su ex maestro, que le dio a su espíritu el empujón que hacía falta para lanzarse por el risco sin nada que amortiguase su caída. Es culpa de su cabello, de sus ojos y sus ocurrencias. Es culpa de sus palabras y miradas de reojo que claramente nota, pero con las que se hace el desatendido solo para no quedarse sin ellas. Es culpa de todos esos años distanciados y los que pasaron uno al lado del otro. Es culpa suya. Es su propia culpa también, por haberse enamorado de forma tan desastrosa.

Siempre fue culpa de los dos.

Sasuke le roza la boca con inexperiencia, sintiendo la humedad adversa adherirse a sus propias carnosidades cuando presiona sobre ellas. Se conectan de la misma manera en que lo harían un par de infantes al besarse sin intención mientras juegan en el jardín de niños: con pureza, sencillez. Un beso casto que parece inofensivo, pero que les arrebata el sentido de orientación y les despoja de su sensatez. Él observa las reacciones de Naruto con los ojos entrecerrados, haciendo su mayor esfuerzo por no desfallecer. En lugar de simplemente alejarlo y huir, sus párpados se cierran con tanta fuerza que el ceño se le frunce, y sus manos parecen querer aferrarse a la superficie desigual del tronco en donde está apoyado. Naruto, sin decir una sola palabra, consiente el capricho de su mejor amigo. Le consiente el beso, el que le agarre tan pasionalmente del cuello y el que se pegue tanto contra su pecho. Sasuke suspira. No quiere separarse, así que cierra los ojos. Le imita. No se quiere preocupar por nada más que por disfrutar aquello que le acelera el pulso hasta el punto de casi no permitirle respirar.

Sus rodillas tiemblan cuando le lame los labios y el rubio abre la boca por instinto. El mundo se le derrite bajo los pies. Naruto emite un leve jadeo al sentir la lengua foránea examinando cada límite de su cavidad bucal, y es allí cuando una guerra entre ambas sinhuesos se lleva a cabo. No oyen nada más que el bajo chapoteo de sus lenguas danzando entre ellas, compartiendo un mismo espacio. Sasuke cree que puede ponerse a llorar de lo bien que se siente. No sabe si es el beso o la excitante atmósfera, pero él podría morir en ese mismo instante e irse sin remordimientos atormentantes. Se renueva. El beso le hace renacer como el Fénix y joder, que a él le encantaría retroceder el tiempo para repetir semejante suceso una, y otra, y otra vez hasta arrancarle la boca a mordidas y desgastarle la lengua a lametazos. Se altera un poco cuando las manos de Naruto le aprietan el pecho, pero se tranquiliza cuando baja la mirada y nota que solo es él aferrándose a sus ropas.

Vuelve a reír, enternecido.

La mano con la que le rodea el cuello empieza a deslizarse por su pecho, tocándolo, gozándolo sin importar que sea sobre la ropa. Le da a entender que lo desea de una y mil formas. Hay una corriente que se esparce por sus nervios y le presiona la hombría. Un estímulo defectuoso que le genera una erección en proceso que le transforma en el Uchiha más vulnerable alguna vez existente. La sensación le arranca un suspiro con el que pone fin el beso sin distanciar sus rostros, es más; apoya la frente contra la suya, mirándolo a los ojos. Ni siquiera el mismísimo Rinnegan logra ocultar la lujuria que perfora sus orbes. Está hambriento, necesitado. Tiene la cabeza en blanco y al responsable de tal imprudencia bajo su mando.

Entonces, sin proyectar las consecuencias de sus actos, Sasuke pega el bulto que tiene oculto por la ropa contra la entrepierna de Naruto, retorciéndose en el placer que aquel impacto le proporciona. Los dedos que tiran de su camisa le pellizcan el pecho cuando le clava las uñas, insertando en él una bomba de éxtasis con la cuenta regresiva a todo dar.

–Sasuke, bastardo...–suspira, llevando al cabeza hacia atrás como respuesta al choque entre sus partes. Sasuke se acalora al escuchar tal insulto salir de su boca.

–Naruto...

Quiere volver a besarlo. Otra vez, se dice. Uno más.

–E-estás llevando tu juego muy lejos, idiota. Ya detente.

El apetito lo consume. Las manos de Naruto están rodeadas del chakra del Kyuubi y él lo pasa por alto.

–¡Sasuke!

Maldito sea el instante en el que no le hizo caso.

Centímetros antes de que sus labios volvieran a tocarse, Sasuke es empujado desde el estómago, saliendo disparado un par de metros hacia atrás. El ser alejado a la fuerza reaviva sus sentidos, le regresa a la realidad con un cincuenta por ciento de eficacia y le permite mantener el equilibro sobre sus dos pies. Naruto, que lo observa con los ojos bien abiertos, los labios enrojecidos y la respiración vuelta un caos, comienza a alejarse, dando cortos pasos hacia un lado y luego hacia atrás. Se libra del árbol que servía como pared. Se libra de las garras afiladas de un carnívoro insaciable.

Y sale corriendo sin mirar atrás.

Naruto sale de su campo de visión y él no hace nada al respecto. Se mira los pies, se relame los labios inflamados. Recapacita. Rebobina en su memoria cada instante, cada movimiento. Chista la lengua contra los dientes al darse cuenta del peligro que significó haber sido tragado por tal nivel de aglomeración de sentimientos.

Su pecho quema. Es un ardor que le impide respirar y siente que se asfixia. La culpa le estruja los pulmones y el agobio que conlleva le parte la tráquea en dos. Despacio, recoge su abrigo del suelo, colocándoselo por sobre los hombros.

"Estás llevando tu juego muy lejos, idiota."

Le hubiera fascinado que fuese un juego, de hecho, pero iba tan en serio que le enojaba.

No se arrepentía de lo que acababa de hacer. Se había sentido tan bien que sería imposible pedir que no volviese a suceder, y es ese el mayor problema. No importa cuántas veces recuerde la mirada asustadiza que Naruto le da antes de huir, porque siempre le ganará la versión de él agarrándose a sus ropas y suspirando por su calor. No importa cuántas veces oiga sus insultos ni cuántas veces se acuerde del golpe con el que le obliga a retroceder, porque siempre se superpondrá la sensación áspera de su lengua y la humedad de su boca. No importa cuánto se fuerce a dejar ir, porque siempre ocurrirá algo que le hará entender que Naruto es la única persona a quien no quiere perder.

Al sentarse a los pies del mismo árbol y flexionar las rodillas, Sasuke se concentra. Su mente parece aclararse y es ahora cuando los sentimientos negativos afloran desde lo recóndito, importunando sus pensamientos.

La única forma de dar un paso atrás es que Naruto se encargue de darle los motivos suficientes para desilusionarse en contra de su voluntad. Eso es todo. Debe ser él, sin importar qué clase de recursos use. Debe ser él quien le haga entrar en razón, que le haga volver en sí. No sabe cuánto tiempo puede estar a su lado sin tropezar como lo ha hecho, ni cuánto tiempo podría mantenerse distante de él para no caer otra vez. Ni siquiera intenta calcularlo; no pretende apartarse. No tiene por qué esconderse.

Si él lo quiere, que trabaje en hacerle desistir de lo que siente. Que luche contra la obstinación de un hombre que pasó toda su vida persiguiendo una idea que creía correcta hasta el final, pero que se descubrió como una farsa al momento de desentrañar las mentiras. Sasuke no pensó en cuidar Konoha ni después de que su hermano se lo pidiera; que Naruto intente luchar contra esa terquedad. Que colapse su intransigencia. Que haga algo que le quiebre el alma en mil pedazos para no seguir enamorado de él, porque sofoca, e incluso así le gusta. Que haga lo que quiera, como quiera. Que emplee hasta el recurso más inmoral, qué interesa. Que haga lo que sea, porque si va a mirarlo de esa manera, con el rechazo tatuado en el mar que carga por orbes y que le ahoga entre sus cálidas olas, prefiere no seguir queriéndolo como lo hace.

Empieza a reír. No entiende, pero hay algo allí que le causa gracia. Se pasa la mano por el rostro y lleva hacia atrás sus cabellos, despejando su visión.

–Maldito seas, Kakashi.

Por favor, que le rompa el corazón.

Serendipia [NaruSasu/SasuNaru]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora