Capítulo cuatro: Nuestro lugar.

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Naruto vive por las misiones de rango S. O, al menos, sueña con ellas desde que la guerra llegó a su fin.

La quietud que envolvía no solo a Konoha, sino también a las demás regiones, seis meses atrás habría sido inverosímil. Probablemente hasta el mayor motivo de preocupación entre los altos mandos, y nadie tendría el derecho de culparlos. De un tris a otro, en algún momento de su existencia, las circunstancias de vida o muerte comenzaron a caerles del cielo como quien llega a armar escándalo en una celebración donde no fue invitado: sin aviso previo, rápido, y muchas veces efectivo. Las batallas, invasiones y pérdidas en masa (tanto humanas como materiales, aunque esto último muy pocas veces fue algo de lo que alarmarse) se tornaron tan constantes que mantenerse fuera de guardia no era una opción disponible en su agenda. La gente, sin embargo, respiraba tranquila en cuanto los ninjas merodearan la ciudad y solo perderían la calma cuando los viesen caer. Ellos, los héroes, en cambio, dormían con los ojos abiertos y se controlaban el pulso solo para notar que, por desgracia, no había qué o quién los calmase. Lamentable. Era espeluznante. No estaría mal que, si alguien por ahí concibe, usara su línea de tiempo como una historia de terror para que sus sucesores se fueran a dormir con la velocidad de un rayo.

La calma después de la tormenta, para Naruto, era increíble.

Increíblemente aburrida.

¡No tenían nada que hacer! Al inicio, los señores feudales preferían ninjas que custodiaran sus salidas y entradas, ¡pero ni siquiera ahora eso sucedía! Quería acción. Quería algo más que solo ayudar a los suyos con tareas domésticas, algo más que solo entrenar con Sasuke durante las noches y volver a casa dos, o hasta tres días después.

Pero, ahora que lo pensaba, pelear contra él más de lo que pasa tiempo de caridad consigo mismo no está tan mal.

—¿Ya llegamos?

Volviendo al punto: ¿dónde estaban sus preciadas misiones de rango S? ¿Rango A? ¡¿Rango B?!

—No.

¡Kakashi dijo que les pondría una buena! Entonces, ¿por qué...?

—¿Cuánto falta?

¡¿Por qué ir a recoger cultivos?!

—Te darás cuenta cuando lleguemos. ¿No puedes estar callado un momento?

Sasuke caminaba un par de pasos delante suyo, y más allá, a la cabeza, con un metro aproximado de ventaja, Kakashi guiaba.

—Me hubiera ido con Shikamaru. Al menos él tiene cosas más interesantes que hacer—pateó una piedra, la cual se salió del camino. Su puntería con los pies era patética cuando estaba de malhumor.

—Ni modo; se trata del asistente del Hokage. Alguien debe llevarse toda la diversión.

Naruto sonrió. Con la diestra, apretó en un puño una de las asas de la mochila que llevaba colgada. Apresuró el paso hasta quedar a un lado de su amigo.

—Hey, Sasuke. Cuando sea Hokage, tú trabajarás como mi asistente.

No lo miró, pero pudo percibir la penetrante intensidad de los orbes oscuros adversos sobre sí. Luego, una pequeña risa.

—¿Qué te hace pensar eso?

—No hay mucho que pensar—se alzó de hombros, mirando al cielo. A pesar de que la primavera había empezado hacía un mes atrás, todavía se podían llegar a ver algunos árboles sin florecer, como si les costara acostumbrarse a la nueva estación después del tortuoso invierno—. Serás mi asistente. No vas a poder negarte.

Sasuke frunció el ceño con una sonrisa ladina impregnada en el rostro. Naruto lo miró. Sabía a la perfección que esa mueca significaba un: "¿vas a retarme ahora...?", ¿cómo decía él?

Serendipia [NaruSasu/SasuNaru]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora