Capítulo siete: Sentimientos silenciosos.

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No detuvieron las repentinas ganas de trabajar hasta que Kakashi se presentó, patrocinado por una noche curiosamente despejada y alumbrada con pequeñas estrellas, tal cual un padre que olvida a sus hijos en la guardería e intenta hacer como si nada hubiese sucedido. Ellos no reprocharon, pues, ¿qué podrían decir? Asuntos de Hokage: para el Hokage solamente.

—Nos darán cena y alojamiento—les había dicho. Naruto no prestó atención al tono que ahora sus palabras mostraban, pero Sasuke era un asunto diferente. Eran dos caras de una misma moneda, después de todo—. Buen trabajo hoy, ustedes dos.

—Fue pan comido—estiró los brazos y piernas y aguantó un bostezo, sobándose el estómago luego—. Ojalá nos den carne, muero de hambre.

Sasuke se limitó a mirar la espalda de su ex mentor, entrecerrando los ojos con incertidumbre. Si había alguien capaz de descifrar cuándo algo anda mal basándose en las reacciones de otro, incluso si esa persona es experta en ocultar sus preocupaciones bajo una máscara y gestos de indolencia plena, era él mismo. Prefirió no comentar al respecto y aprovechó el sorprendente silencio entre los tres para vaciar su mente. Lo necesitaba.

La distancia que recorrieron hasta la posada, encontrada en el centro de la aldea, no fue mucha. Sin embargo, podían sentir los hincones apoderarse de las plantas de sus pies. Sería todo un chiste quejarse por un par de ampollas cuando prácticamente vivían sus días entrenando al límite, pero, siendo sinceros, la ocasión lo ameritaba. Naruto se había vuelto experto en protestar desde que se enteró de lo simple que sería su tan codiciada misión; era probable que no hubiese podido dormir bien debido a las ansias, y eso, de solo pensarlo, le causaba gracia. No se dio el lujo de reír con espontaneidad en medio de la cena solo porque continuaba fumándose la engorrosa mirada de reojo que Naruto le ofrecía segundo a segundo. Ni masticar los trozos más pequeños de barbacoa se le era cómodo. Pronto empezaría a dudar sobre si respirar o aguantar el oxígeno en sus pulmones, a ver si así lograba asustarlo. ¿Acaso creía que no lo notaría?

Si estaba sentado frente a él, por favor.

—Si tienes algo que decir suéltalo ya.

—¿Y qué hay de ti? ¿No tienes que decir algo?

—¿Soy yo quien te está mirando como si te fuera a comer?

Si se lo fuese a comer, no gastaría el tiempo observándolo así.

—N-no estoy haciendo nada, dattebayo.

Sabía que quería hablar sobre los clones. Lo tenía grabado en el rostro, de punta a punta. Tenía ventaja en el tema porque, confiando en cómo sucedieron los hechos, Naruto no tiene idea de que él también había puesto a un par de clones a andar por allí.

—Controla mejor tus jutsus la próxima vez.

Abrió la boca para contestar, pero Kakashi, apareciendo de pronto por la puerta de la posada, lo interrumpió:

—Partimos mañana al mediodía—extendió dos llaves—. Nuestra habitación está en el segundo piso. Hagan lo que hagan, no la destruyan antes de que podamos dormir.

—¿Va a algún lado, Kakashi-sensei?—Se puso de pie—¿Puedo ir con usted?

Kakashi negó, sacando las manos de sus bolsillos.

—Qué va. Soy de los que prefieren que su momento de oro en el baño sea a solas.

~*~

Sasuke supo reconocer que algo estaba mal consigo cuando cumplió los quince años. Quizá menos, pero a esa edad fue que se tomó el tiempo de pensar con serenidad sobre el asunto. Reparó en su propia impasibilidad frente a personas del sexo opuesto luego de que Suigetsu, una noche, comentase:

Serendipia [NaruSasu/SasuNaru]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora