12. Spielplatz

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Domingo, enero del 2020. (Quinto día)

SIN POV

Mientras la familia Martínez Reche estaba en crisis, Natalia se encontraba sola en su habitación, disfrutando de un momento a solas con ella misma.
Echaba de menos aquella compañía que la proporcionaba un compañero de vida estable o alguien que la eligiese a ella antes que a nadie más, por muy egoísta que pudiese sonar.

En su vida se había sentido bastante sola, hasta que llegó a la universidad y encontró a su actual grupo, pero anteriormente había sufrido la soledad en su persona. Y aunque había sabido disimular delante de su familia, luego, cuando iba a las clases, volvía a estar presente ese sentimiento.

En 1º de la ESO había conectado con una chica nueva, que al ver que estaba igual de perdida que ella, aun habiendo permanecido en ese centro durante toda su vida. La vio sentada en un sitio bastante resguardado de la civilización, se acercó y se sentó.

—Hola —la dijo sin mirarla.

La chica no respondió, sólo se dedicó a mirarla por un breve período de tiempo. El timbre que indicaba la finalización del recreo sonó y la niña pelirrubia se levantó sin ni siquiera despedirse.

«Qué maja» pensó levantándose y yendo hacia su clase.

Por supuesto, ella no se rindió, en el siguiente patio volvió a verla esperando a un lado para comer. Ella como buen cabezota que era se acercó y la chica volvió a mirarla pero sin emitir ninguna palabra.

—Yo sólo quiero ser tu amiga, no tengo la peste —bromeó para hacerla entrar en razón. Aun así no emitió ningún sonido que indicase sus pensamientos—. ¿Eres de mi curso?

Natalia no parecía de 1º, más bien parecía de 3º o incluso, de 4º de la ESO. Era la más alta de su clase y eso hacía que la gente la pusiese años de más. Y aunque para sus antiguos amigos aquello no les disgustaba al principio, después del verano, la morena volvió con ganas de contarles cómo había pasado las vacaciones, sin embargo, de repente, ellos se distanciaron y dejaron de hablarla cada vez más.
La de Pamplona intentaba pensar algún motivo de su lejanía, pero no lo encontró, sólo pensó que había sido cosas de las amistades y dejó de buscarlos.

—¿Acaso no tienes otras personas a las que molestar?

No lo dijo con un tono malo, sino más bien como curiosidad.

—Sinceramente... no —se apoyó a un lado de la columna, donde estaba la otra—. Aquí dentro ninguna.
—¿Y qué quieres de mí? ¿Por qué te acercas? —dijo separándose un poco de ella.

Irene era una chica que vivía lejos del colegio, a casi una hora; pero por motivos desconocidos, sus padres habían elegido ese. Aunque la fastidiaba tener que despertarse dos horas antes de su entrada, sabía que lo hacían por ella, y por eso, lo entendió y no les hizo un berrinche.

—¿Eres de mi curso? —volvió a preguntar.
—No lo sé, eres de 1º ¿no? —preguntó al ver que le sacaba como una cabeza y media.
—Sí, encantada —la ofreció la mano para que se la estrechase— soy Natalia.
—Irene —dijo estrechándosela.

Y ahí fue donde comenzó una relación de amistad que duró lo que tuvo que durar.
En ese tiempo de duración, habían sucedido muchas cosas, malas y buenas. Entre ellas, una pequeña discusión que provocó la ignorancia de una hacia la otra. Y así, el comienzo del declive.

Llegaron a 3º con las pilas recargadas al 100% o al menos, más del 50%. Preparadas para comerse el mundo. La gente de su curso estaban bastante subidos, sin embargo, Natalia no era uno de ellos, aquellas personas estaban adelantando su manera de vivir, y aquello no le gustaba a la morena, le parecía innecesario, las chicas poniéndose maquillaje, empezando con los novios y líos... para ella, eso estaba fuera de lugar, no le parecía mal, pero notaba que cada vez más, la adolescencia se disfruta menos ya que quieren saltarse todo lo que conlleva.

La Posada | ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora