13. Lo Que Fuimos

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Miércoles, enero del 2020. (Octavo día)

Quedaba menos de una semana para que el grupo madrileño volviese a su provincia.

Miki y Helena habían vuelto a afianzar su relación, pero esta vez, a paso lento. En la encerrona que les hicieron, habían hablado cada cosa, cada paso que tenían que dar y todo lo que se podía esperar de la ex-relación de Héctor y ella.

María y Pablo habían llegado a un acuerdo no expresado pero se notaba en la cara de la rubia de pelo largo. Ambos decidieron ver cómo les iba a sentir la falta del otro en sus vidas.

Carlos y Julia decidieron formalizar lo suyo, estaban hechos el uno para el otro. Los dos trabajaban en el sector de la medicina y pronto, su grupo y ella viajarían a Madrid para quedarse. Eso fue lo que culminó su decisión de estar juntos como pareja oficial.

En cuanto a Natalia y Alba, lo suyo era más difícil. Desde aquella despedida seca en el parking del hotel, no habían vuelto a hablar.
La morena se moría por volver a saber de ella. Tres días, tres días en los que había podido esconder su pena en los ensayos y en salidas solitarias a la playa.
Mientras, Alba también lo pasaba mal, pero en vez de tocar instrumentos, escribía. Escribía para sincerarse, para exponer todo lo que sentía en cada momento, para sacarse la espinita que se le clavaba al pensar en ella.

Era ya por la tarde, habían hecho casi sold out y eso garantizaba al hotel un aumento de presupuesto que por supuesto, les vendría de perlas.

—¿Está ya todo preparado? —le preguntó Alba a Sebas— No quiero que salga mal, muchas personas han comprado las entradas y como se lleven un fiasco...
—Está todo controlado —la dijo para que se calmase—, ya hemos hecho como cinco pruebas de sonido y todo iba perfecto.
—Más os vale —se marchó dejándole en la sala para ver a Los SinMiedo ensayar por última vez.

El grupo había ensayado más de lo que hubiese ensayado para cualquier otra función. Claramente esto sucedió por la insistencia de la más alta. Aquello la tranquilizaba; creaba una burbuja en la que solo existían melodías y compases que hacían que su cerebro se relajase. Los demás sabían que lo necesitaba, y por ello, no se oponían; conocían demasiado a Natalia.

En la boca del suspiro
Arde el mundo y yo te abrigo
Finjo que no veo la verdad

Desde el suelo los testigos
Callan fuerte si te miro
Ando entre el bullicio de la ciudad

Bailo entre la gente y no te veo a ti
No comprendo el tiempo
Miro al cielo pero solo veo gris
Pero solo veo gris.

Justo estaba ensayando su solo y Alba, aunque no quería quedarse allí por si la veía, no pudo evitarlo. Vio a la morena con los ojos cerrados y tocando con suavidad las cuerdas de la guitarra para acompañar su voz. Imitó su gesto y cerró los ojos para evadirse del mundo real.

Y yo me pregunto
Me pregunto qué hago aquí
Y donde me encuentro
Cuando no te veo a ti

Cuando no te veo a ti
Cuando no te veo a ti
Cuando no te veo a ti
Cuando no me veo a mí.

Y esta vez, fue la de Pamplona la que la pilló infraganti. La miró, y aprovechó que ella no podía para hacerla un repaso. «Qué guapa es» pensó mientras seguía tocando los acordes. No quería que la esencia se fuese, quería verla disfrutar, quería que sintiese que esa canción era para ella; exclusivamente para ella, quería que la quisiese, quería que dejase de pensar tanto para dejarse llevar, la quería. Era lo único que podía decir.
Muchas veces se había sentido perdida en su vida. Muchas veces no sabía qué tenía que hacer, ni qué decir, ni qué pensar, ni qué sentir y mucho menos sabía lo que quería. Pero ahora ella lo tenía muy claro; quería estar con ella; en las buenas, en las malas y en las puto peores.

La Posada | ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora