2. La Posada

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NATALIA

La rubia estaba en una situación un tanto comprometida con un chico y una chica, es decir un trío.

—Espero que no pretenda que me una —pensé mirando la escena.

Ella estaba entre dos cuerpos desnudos.

—Ay Dios mío, ¿por qué estoy aquí parada? —me pregunté observando por última vez la escena y con intención de irme.

—¡Natalia! —me giré para verla viniendo hacia mí desnuda, seguidamente me tapé los ojos.
—No hace falta que te tapes lo ojos, supongo que del rato que has estado aquí parada habrás visto suficiente —con sus manos quitó las mías de mi vista y pude ver su sonrisa y de fondo las otras dos personas a su bola.
—Sebas me había dicho que me reclamaban por aquí —dije mirando a otro lado.
—Ya, yo te reclamaba —sentía que me miraba fijamente pero yo no era capaz.
—Bueno, ehm, me voy —salí huyendo de ese sitio.

Una cosa era con una persona y otra era con dos más.

Cuando salí del backstage me encontré a mis amigos bebiendo una cerveza.

—¿Dónde estabas Natalia? —preguntó Miki dando un sorbo.
—Sebas me había dicho que mirara una cosa.
—Ah, ¿te pedimos una cerveza? —Carlos me miró— ¿O quieres un trago? —ofreció su cerveza.
—No, estoy bien.
—Hija, parece que has visto un fantasma por la cara —dijo María.
—No ha pasado nada.

Esperamos a que el otro grupo bajase y comenzó la actividad.

Las luces se atenuaron y solo se podía ver a las personas de cerca.

—¿Hola? —pregunté para ver si tenía a alguien cerca.

Caminé hacia atrás con cuidado hasta que me choqué con algo o alguien. Me di la vuelta y vi a la rubia de espaldas pero no sola. En frente suya había una chica morena hundida en su cuello y besándoselo. La pequeña abrió sus ojos y me miró con deseo.

—Natalia... —susurró.

La morena se alejó de su cuello y empezó a besarla ignorando mi presencia.

—Joder, ¿por qué tuvimos que firmar ese papel? —pensé observándolas.

Sentí una mano desabrochando el botón del vaquero largo y cuando vi el origen de la misma, me sorprendí.

—¿Qué hacía? —pensé mirándola.

Sus ojos transmitían excitación y ganas de seguir. Y yo como tonta también tenía ganas de que siguiera.

Me acerqué a ellas y me uní a su juego. Nunca había hecho esto, es que ni en mis 23 años de vida hubiese pensado que ahora estaría así, enredada entre dos chicas que apenas conozco.

El juego siguió durante unos segundos hasta que la otra chica se fue dejándonos a la metro sesenta y a mí a solas.

—Sabes que si no te quitas ya no va a haber marcha atrás, ¿no? —susurró contra mis labios.

Y era verdad, si seguía quizá mañana estuviese arrepentida o quién sabe que a lo mejor quiero otra vez.

—No tienes por qué seguir —seguidamente introdujo su mano en mi pantalón rozando mi ropa interior y haciendo que soltase un pequeño jadeo.

¿Cómo no iba a seguir? Llevaba más de un año sin nada de actividad y no iba a desaprovechar la oportunidad.

Y en modo de confirmación atrapé sus labios en un beso desenfrenado.

La Posada | ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora