14. La Playa

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Miércoles, enero del 2020. (Octavo día)

—Bueno, será mejor que me vaya... —se levantó para no incomodar mucho la situación.
—Quédate... —susurró como un acto reflejo.

—.—.—

«Joder Alba, ¿por qué la dices eso? Si has dicho que había que terminar aquello, vas tú y la dices que se quede» pensó sabiendo el ridículo que había hecho.

—Olvídalo, sí, será mejor que te vayas a ensayar —corrigió para evitar que aceptase la invitación.
—Tienes razón.

La dio un último vistazo y salió de la habitación.
Después de la salida de la morena, Alba se tumbó y lloró, lloró hasta quedarse seca por dentro.
Media hora más tarde, llamaron a la puerta. La rubia ya se había desahogado lo suficiente como para recibir visitas inesperadas.

—Alba, Alba, Alba —por cada llamada, otro toque en la madera.
—Que ya voy coño —abrió con mala hostia.

De repente, su mood había cambiado en menos de lo que cantaba un gallo. Casi siempre la pasaba, después de llorar o de un episodio triste, la mala leche iba a ella como un metal a un imán.
De frente se encontró a su hermana que posiblemente, estaba más nerviosa que cuando hizo la selectividad.

—Ay Alba... Que llegará dentro de poco y yo aún no me he calmado —dijo entrando con mucho nerviosa perdida— Es que, ¿y si ha cambiado? ¿Y si ya ha rehecho su vida? ¿Y si...?
—Y si nada Marina —la interrumpió—. Lo vuestro ya acabó ¿no? —asintió la menor— pues ya está, ningún problema.
—¿Estás bien tía? —la preguntó al ver que su cara no era la más adecuada— ¿Ha pasado algo con Natalia?

La conocía demasiado bien; a ella y a sus expresiones faciales, además, sabía que en estos tiempos, lo único que le rondaba en su cabeza era el nombre Natalia y todo lo que tenía que ver con ella.

—Qué no pasa —respondió soltando una pequeña risa— Estamos en momentos diferentes y yo ya no sé qué hacer —empezó a dar vueltas por la habitación— ni ella ni yo estamos destinadas a estar juntas.
—Tata, yo ya te dije lo que pensaba... —se puso en medio para pararla—. Ella te va a dar tus tiempos, no te puedo decir nada más.

La familia Martínez-Reche había hablado el día previo al concierto. Marina, después de pensar bastante, entendió los motivos por los que Alba no se lo había dicho. Así que, se envalentonó y con seguridad, fue a hablar con su hermana. Aclararon las posiciones de ambas y solucionaron el conflicto.

—Perdón —se paró— ¿Has pensado algo con lo de Fito?

Entendió que su hermana también necesitaba consejos y ella no se los estaba dando porque se estaba concentrando demasiado en lo suyo, sin tener en cuenta lo que le pasaba al único miembro familiar que le quedaba.

—No —se sentó en la cama—. No es fácil que tu ex vuelva y tú estés como si nada...
—Y tú sigues... —la miró para que viese lo que intentaba decir.
—Pues no lo sé, cuando sabía que estaba lejos no lo pensaba pero ahora que lo sé, ya no sé qué pensar... Supongo que el cariño siempre ha estado ahí, muy dentro pero estaba, lo que no sabemos es si él también lo sentirá así.
—Fito es un chico muy comprensible, seguro que cuando te escuche, te entenderá.
—Al igual que Natalia —la miró sonriendo ya que sabía que tenía razón.
—Anda, vamos fuera que hay que organizar el escenario —le ofreció la mano para ayudarla.
—Que no soy tan vieja como tú —dijo levantándose y riendo—. Tú puedes ser la mayor pero aquí donde me ves, tengo más capacidad.
—Que me sacas solo tres años, tampoco te lo creas mucho.

Salieron de la habitación entre risas, cuando llegaron a la planta baja, se encontraron con Sebas y Joan. Los cuales estaban atentos a una conversación que se escuchaba desde el escenario.

La Posada | ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora