La Posada | ALBALIA

9. Por el Camino

Esa misma noche...

Mientras Natalia se desahogaba en la almohada de su cama, en otra habitación, Alba ordenaba sus pensamientos y lo más importante: sus sentimientos.
Haber visto a la morena en ese estado la había dolido, y mucho más el hecho de que lo hubiese provocado ella, en su vida seguramente había provocado muchos de esos debido a los rechazos que realizaba con las personas con las que se acostaba noche sí y noche no.

En los diez minutos que estuvo parada sin hacer nada, pensó en si debía ir a la habitación de la rendición o quedarse en un sitio seguro que era donde estaba ahora mismo, tumbada como una estrella de mar mirando al techo.

—¿Alba? —preguntó entrando Marina— ¿qué haces en esa postura? —sonrió al verla.
—Nada —respondió sin moverse— ¿Qué quieres Mini? —rodó sus ojos para mirarla pero sin girar su cabeza.
—Joan y Sebas me han dicho que te avise de que ya va a ser hora de cenar y que no estás abajo.
—Pues diles que ellos pueden ir preparándolo, que para eso trabajan aquí —contestó con un enfado notable.
—¿Te ocurre algo? —preguntó extrañada al ver su estado.
—¿Me tiene que ocurrir algo si estoy así? —contestó aún más seria.

Vale que Alba tuviese un carácter fuerte, pero casi nunca llegaba a ese nivel de contestar mal a su hermana, con la que había tenido mucha complicidad durante toda su vida y con la que desde la muerte de sus padres, había afianzado más su relación. Antes de la tragedia no es que se llevasen mal, pero preferían pasar el tiempo en otras cosas que perdiéndolo - según ellas - hablando de la vida de la otra.

—No sé Alba —dijo ya cansándose de sus palabras y la forma de decirlas— siempre has querido ser muy productiva —encogió los hombros— pero ahora no lo estás siendo.
—Ay Marina, no hay por qué ser siempre la misma persona.
—¿Es por Natalia? —la miró fijamente aunque ella no pudiese saberlo.
—¿Qué tiene que ver Natalia en esto? —preguntó haciéndose la que no sabía.
—No te me hagas la tonta que la vi salir hace... —hizo una pausa para mirar la hora— once minutos exactos. Y no he querido venir a preguntarte antes por si querías tener tiempo para aceptar que te trae loquita —rió.
—Tú sí que estás loca —sonrió.
—Oh venga ya Tata —se sentó en una esquina de la cama— a Natalia se la nota un montón, es más, creo que ella quiere empezar algo contigo.

Al decir aquello, Alba recordó las palabras de la morena: "sé que sería muy atrevido decirte que empecemos algo desde cero y que tú ni siquiera piensas en eso...".
¿Ella estaría dispuesta a tirar los ideales que creó a su paso para empezar una relación a distancia? Porque sí, sería una relación a distancia, y como ya todo el mundo sabe, siempre o casi siempre acababan mal.

—No se puede Mini... —susurró convenciéndose.
—No se puede porque tú no quieres —la reprochó.
—Ya, bueno.
—Te vas a quedar con las ganas y cuando se vaya, la vas a perder y puede que nunca vuelvas a sentir nada de lo que estás sintiendo ahora mismo.
—Podrías ser psicóloga de parejas perfectamente —rió.
—Ya lo veremos —se tumbó sobre ella— y ahora, cuando me quite, vas a ir a su habitación y vais a hablar como bien os merecéis.

Su hermana tenía razón, debían hablar, y esta vez, las dos, no una sola. Tenían que poner sobre la mesa todos sus miedos y opiniones. Había que aclarar términos y ver todas las posibilidades.

—Pues si te quitas de encima podré ir.
—¿Vas a ir ya? —se levantó.
—Sí, mejor antes y no después, y tú vete diciendo a los chiquillos que preparen la cena —se incorporó y se arregló un poco el pelo.
—Sí jefa —abrió la puerta y antes de irse, la volvió a mirar— Suerte.
—Gracias —sonrió y vio a su hermana salir.

No es que necesitase suerte, sino comprensión y seriedad, no se podían ablandar, debían analizar todo y mucho más las consecuencias. Alba aún no sabía si empezar una relación con ella iba a ser lo mejor, pero como bien dice el dicho: "quien no arriesga, no gana". Y ellas iban a arriesgar demasiado, quizá no tanto Natalia pero la rubia sí.