CAPÍTULO 5
No sé hacia qué dirección voy, ni cuánto tiempo llevo corriendo. Cada vez me cuesta más llevar el ritmo. Pero debo correr, mantenerme a salvo. A todas horas tengo la sensación de que me siguen, aunque ya no sé si continúan detrás de mí. Parece que lleve días corriendo. Me ha parecido ver el sol salir en el horizonte, al menos dos veces. No he prestado atención al paisaje. No me he dado cuenta de si he tropezado, de si he caído o si he estado bien todo el camino. Solo me he concentrado en correr. Huir de todo aquel que desee algo de mí. Pero, voy perdiendo fuerzas. Parece que haya perdido el conocimiento y lo haya recuperado ahora, y siga corriendo igualmente. No he comido, no he bebido, ni he parado desde que me separado de Enna. Ahora me voy dando cuenta del insoportable dolor de las piernas, de la garganta totalmente seca, de los ojos llorosos y del estómago vacío. Me empieza a doler la cabeza, no puedo más. Caigo al suelo, y no puedo moverme, por un momento pienso que lo mejor será que todo esto acabe, que me cojan, que me maten. Pero pienso en Enna, no puedo traicionarla, la prometí que seguiría pasase lo que pasase. Me intento levantar pero vuelvo a caer. Lo mismo ocurre unas cuantas veces. Hasta que al final no puedo moverme siquiera un milímetro. Pienso que ha llegado el final. Que soy una fracasada. Igualmente, mi último pensamiento es hacerme el juramento de que si salgo de esta, vengaré la desaparición de Enna, posiblemente su muerte. Y entonces, me sumo en la oscuridad, y no siento nada. Me quedo ahí, quieta.
¿Estoy soñando? ¿Estoy muerta? No tengo ni idea, solo veo oscuridad. Me parece ver una luz muy chiquitita a lo lejos, pero está a demasiada distancia. Me parece oír una voz que me llama desde algún lugar. No, no me llama, simplemente habla. “Vaya, vaya que tenemos aquí” “Eh, eh, despierta” Sí, quizá sea un sueño y deba despertar. Quizá. Pero no puedo.
Vuelvo en sí en cuanto noto que algo me toca. Intento abrir los ojos, y me parece ver el oscuro cielo de la noche, pero se mueve, yo también me muevo. Giro la cabeza, con muchísima dificultad. Y creo ver a alguien que me lleva en brazos, no distingo si es una mujer o un hombre. Por su tacto, parece ser un hombre. Cansada, vuelvo a cerrar los ojos. Estoy demasiado confundida. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Debo morir ya? Son demasiadas preguntas, asique, el cansancio y la confusión hacen que, de nuevo, vuelva a perder el conocimiento.
Me despierto de golpe, y me retumba la cabeza. No sé qué es lo que ha ocurrido. Solo sé que después de correr tanto, caí, perdí el conocimiento. Me noto la cabeza fría, me llevo una mano a la frente y veo que tengo un paño mojado en ella. Me doy cuenta de que estoy tumbada en algo blando. Me siento en ello, dejando caer al suelo el paño mojado. Observo, es una cama. Una cama en una habitación. La habitación está iluminada por los rayos del sol, que entran por una ventana en el extremo derecho. La ventana de madera está abierta y las viejas cortinas blancas zarandean con el suave aire. Al lado de la cama, a la izquierda, se encuentra una pequeña mesilla de noche, y encima de ella un cuenco con algo que parecer ser sopa. Al verlo, me ruge la tripa, y recuerdo que llevo días sin comer ni beber. Lo cojo, con cuidado de que no se vierta nada, me lo llevo a la boca y empiezo a sorber con ferocidad. No me había dado cuenta del hambre que en realidad tenía. Cuando termino, quiero más. Necesito más. Pero no hay, por lo que intento levantarme y caigo sobre la cama. Me duele el labio, me lo toco y noto que llevo algo pegado. Una especie de tirita. En uno de los extremos de la habitación veo un armario, la puerta, es un espejo. Necesito ver qué aspecto tengo por lo que intento levantarme de nuevo, esta vez, consigo mantener el equilibrio, pero para moverme, necesito apoyarme en la cama. Por fin llego al armario y, sujetándome, me coloco enfrente de él, para verme en el espejo. Tengo un aspecto horrible. Las ropas que recuerdo llevar no son las mismas que las de ahora. Ahora llevo un pantalón ancho, negro. Y una camisa blanca, que me queda algo holgada. Voy descalza. Mi pelo está totalmente alborotado, e intento colocarme algunos mechones de pelo, para intentar no parecer una loca. Estoy llena de magulladuras y cardenales. Mis ojos siguen siendo iguales. Al menos, es algo que no podían cambiar. Me dirijo hacia la ventana para ver el paisaje de fuera. Consigo llegar en un tiempo interminable, sujetándome en la pared. Echo a un lado la cortina y fuera veo luz, a unos cuantos metros una fila de árboles verdes. Posiblemente, Magnam Silvam. Entonces no me lo creo, estoy en una casa, situada en un claro, a las afueras del bosque, fuera de los peligros, pero cerca de la alimentación. Veo flores cerca. Todo está verde, menos los trozos de tierra, posiblemente para cultivar. Pero todo está despejado, y si miras hacia arriba, ves el azul cielo encima. De repente noto la presencia de alguien, pero la habitación sigue vacía. Oigo la puerta – al otro extremo de la habitación, justo enfrente de mí – abrirse con lentitud, me asusto, y me sujeto a la pared, por el miedo y para no caerme. Entonces la puerta se abre del todo y aparece un hombre, más bien un chico aparentemente uno o dos años mayor que yo. El pelo alborotado y negro, alto, vestido con una camiseta blanca y ajustada que le marca los increíbles abdominales y un pantalón, también negro, muy gastado. Pero, lo que más me llama la atención de él, son sus ojos. Rojos. Pero no rojos fuego, como uno de los míos. Tampoco del color rojo pasión, que hace enloquecer. Si no, un rojo mucho más vivo, más amenazante, más astuto. El color rojo de la sangre. Me asusta, pero a la vez me atrae, y eso me asusta aún más. Él parece leer mi expresión, y se acerca con lentitud, como si no quisiese que me mueva ni un centímetro. Y en realidad, aunque quisiera, no podría. Parece sorprendido. Me mira con curiosidad. Cuando está a un metro aproximadamente de mí, para, y habla.
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IGNIS; El Fénix de Fuego.
FantasyHace miles de años, cuando los humanos convivían con los seres mágicos, un humano y una Fénix crearon una nueva raza, fruto del amor. Los Luxhom (humanos de luz). Magnam Silvam es un bosque lleno de secretos en el que pocas personas que han entrado...