CAPÍTULO 8
Despierto, todavía cansada, sin recordar muy bien nada del día anterior. Tengo un ligero dolor de cabeza, y al sentarme en la cama, el dolor aumenta un poco. Me quedo quieta unos minutos, hasta que se me pasa lo suficiente como para poder levantarme sin problema de marearme. Me doy cuenta de que a los pies de la cama hay una nota. Y justo encima de ella, una rosa. Thomas. Ansiosa, cojo la rosa, de un rojo pasión y huelo el perfume que desprende. Y mi memoria capta los recuerdos de la noche de ayer. Los roces y miradas que me ponían los pelos de punta, pienso en Thomas susurrándome al oído: “Nunca creíste del todo en las cosas más reales. Ahora ya puedes creerlo.”Lo cerca que estuvimos el uno del otro, las hadas y su encantada melodía, sus polvos dorados que hicieron que nos levantasen a Thomas y a mí varios palmos del suelo. Recuerdo el sentimiento de alegría y paz que me llenaba el alma en ese momento, recuerdo que observaba que cualquier acto o palabra de Thomas me hacía sentir segura y especial. Abrazo la rosa, con cuidado de no pincharme, despertando una sonrisa en mi cara. Cojo la nota y la desdoblo ansiosa por descubrir las palabras de su interior, por volver a apreciar y admirar la cuidada caligrafía de aquel chico que confunde mis sentimientos aun sin experimentar.
“Si despiertas y no estoy, no te asustes. He salido a recoger agua y a cazar temprano. Debemos comenzar a entrenar, no quiero que te ocurra nada.
PD: Tú también me diste un día maravilloso. Buenos días Alysa.”
Sus buenos días, observar mi propio nombre en su maravillosa caligrafía hacen que me recorra un escalofrío por todo el cuerpo, pero reprimo la sonrisa que está a punto de salir, ya que recuerdo el motivo por el que debería asustarme el encontrarme sola. De repente me vienen a la cabeza el sonido de los pasos, el choque de espadas, mi visión. También recuerdo el golpe contra el suelo al desaparecer las hadas, cómo se esfumaron la música y cualquier movimiento melodioso junto a las luces y el polvo dorado. Recuerdo el cuerpo tirado en el suelo y el amargo olor a sangre. La dura mirada de Thomas y el sentimiento de culpabilidad se incrusta en mi memoria y me impide respirar. Me protegió y seguirá protegiéndome, pero, necesito pedirle perdón, hablar con él y pedirle explicaciones sobre los peligros que hay ahí fuera. Y me viene a la mente que él está ahí fuera ahora, haciendo algo tan sencillo como cazar para que yo no pase hambre, pero algo que en un descuido también podría matarle si hay alguien cerca que me busca. La ansiedad me recorre y salgo de la cabaña deprisa esperando que esté, que haya vuelto y que me esté esperando sin dureza. Que quiera protegerme como yo deseo protegerle a él y que siga queriendo pasar más momentos conmigo como los del día de ayer.
Pongo un pie fuera, y le veo. Ahí está, de espaldas a mí, observando el lago. Me acerco a él temerosa de que esté de mal humor por lo de ayer, de que me guarde rencor por algo en especial. Pero al notar mis pasos detrás de él, se da la vuelta, y me dedica esa sonrisa que tanto le caracteriza.
- ¡Vaya! Buenos días dormilona. Habrás descansado bien. - dice con total alegría en su voz.
- Sí, buenos días a ti también.
Me encuentro un poco nerviosa ya que el día de ayer fue demasiado intenso, pero su normalidad me tranquiliza.
- ¿Qué hacías? – pregunto con curiosidad.
- Nada, ya he terminado las tareas; cacé unos buenos conejos, he cogido gran cantidad de agua y recogí los restos de la hoguera de ayer. Tú aún seguías dormida por lo que me puse a observar el cielo, me tranquiliza cuando aún es de un color rojo al amanecer. Me hace sentir vivo.
Me concentro en sus palabras. Él vuelve la vista al sol, que aún está acabando de salir. Observo sus ojos, de un rojo reluciente, fijos en el horizonte. Le brillan. Y pienso que debe de ser especial, que el Thomas Knight que yo conozco no puede ser una persona totalmente normal. No después de haber construido una cabaña estable y mantener una vida segura en este claro en medio de un bosque encantado lleno de peligros. Me niego a creer que es normal. Debe haber algo. Algo. Thomas vuelve a mirarme y me saca de mis pensamientos.
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IGNIS; El Fénix de Fuego.
FantasyHace miles de años, cuando los humanos convivían con los seres mágicos, un humano y una Fénix crearon una nueva raza, fruto del amor. Los Luxhom (humanos de luz). Magnam Silvam es un bosque lleno de secretos en el que pocas personas que han entrado...