IGNIS; El Fénix de Fuego.

CAPÍTULO 21

Quizá haya visto este poblado en mis sueños, o quizá haya paseado por aquí de niña junto a mi difunto padre. Caminos de tierra y casas pequeñas y rurales, casi medievales. Gente vestida extrañamente de campesinos, andando con cestas de mimbre colgando de sus brazos, mientras conversan sobre su última compra en el mercado y niños jugando con el barro.

Todo eso me viene a la mente mientras traspaso el arco de piedra en el que se encuentra grabado el nombre del pueblo. Pero es algo muy diferente lo que encuentro dentro. Las calles desiertas, puertas y ventanas cerradas, ni una mísera luz encendida. Solo la tenue iluminación de las farolas de gas nos muestran el camino, dando al poblado un toque desolado y fantasmal. La tensión se palpa en el ambiente, y solo oigo el sonido del viento y de los cascos de los caballos al dar cada paso.

Siento cómo alguien me toca el hombro levemente y pego un brinco, asustada por el repentino paso de la fantasmagórica inquietud a la realidad. Quien se encuentra a mi lado es Thorn, o Tharsus. No logro diferenciarlos en esta oscuridad. Sólo sé que me indica sin decir nada que siga hacia delante sin detenerme, y eso hago.

A los pocos minutos distingo a Connor entre las sombras, deteniéndose frente al único local que parece tener luz en su interior. Baja del caballo y ata sus riendas a un poste de la entrada. Viendo que los gemelos, Sarah, e incluso mi despistada madre le imitan, decido hacer lo mismo. Cuando bajo de Medianoche, le doy un pequeño beso antes de colocarme bien la capucha y entrar en el establecimiento, no sin antes echar una pequeña ojeada a la oscuridad de la noche.

Tras entrar, descubro que este local es una posada, con numerosas mesas por todas partes y una larga barra en el fondo. Pero está completamente vacía, excepto por un grueso hombre que se encuentra tras la barra, limpiando un vaso aparentemente impoluto, mirando fijamente hacia el suelo.

- Philip. - saluda Connor, apoyándose en la barra.

- Hola chaval, hacía mucho que no te veía por aquí. - dice el posadero, aparentando normalidad como si de una noche cualquiera se tratase.

Ambos entablan una conversación que no logramos escuchar. Me acerco a Sarah, que sujeta a mi madre con expresión preocupada. No soy capaz de decir nada. No me salen las palabras, tampoco las ganas de pronunciarlas. Esperamos en el silencio durante un rato que se me hace eterno, hasta que oigo la voz de Connor hablar.

- Vamos. Pasaremos la noche aquí. - dice dirigiéndose a todos nosotros.

Subimos a un piso superior y cada uno se mete en una habitación distinta que Connor nos asigna.

Una vez dentro, me cambio, poniéndome un camisón que conseguí traer. Me siento en la cama y me miro las manos. A mi mente se acercan los últimos recuerdos con Thomas. Me llevo una mano al cuello, como si aún sintiese los besos y las caricias que ahí sucedieron. Mi mano pasa de mi cuello a la clavícula, y de ésta al hombro y más tarde a mis labios. Finalmente se encuentran en mi mejilla, descubriendo sin sorpresa que una lágrima tras otra cae por mi rostro. Es entonces cuando puedo pararme a pensar en mi viuda madre. Entiendo el vacío que siente en su pecho, como si su corazón ya no fuesen más que cenizas.

Me limpio las lágrimas y tras un último respiro y ponerme una chaqueta, salgo en busca de mi madre, pero antes no podía faltar toparme con Connor en el pasillo.

Le miro, y él me mira sin saber cómo interpretar mi silencio. Me quedo quieta, esperando alguna palabra, que no llega. Simplemente le descubro observándome con cuidado como si fuese a romperme. Finalmente, no soy capaz de otra cosa que de salir corriendo escalera abajo y sentarme en una de las mesas a respirar entrecortadamente, como si hubiese contenido la respiración durante mucho rato. En su momento decidí elegir lo correcto para el reino y para mí. Pero es en estos momentos de debilidad cuando me doy cuenta de lo difícil que es tomar la decisión de olvidar a la persona a la que verdaderamente amas.