CAPÍTULO 9
Anoche me acosté pronto.
Una vez tranquilizada, Thomas me aconsejó que me fuese a dormir. Yo no quise irme. Quería quedarme allí, y curarle la quemadura que yo misma le había provocado. Un buen rato después, Thomas al fin me convenció de que estaba bien y de que era totalmente capaz de curarse la herida él solo. Por lo que finalmente me fui al cuarto que Thomas me había cedido cuando llegué hace apenas unos días. Pensé que me costaría dormir, que las pesadillas me perseguirían toda la noche. Pero me equivoqué. Estaba tan cansada emocional y físicamente que, apenas unos minutos después de tumbarme en la gloriosa cama, caí en un sueño profundo y tranquilo.
Ahora, tumbada en la cama, con la mirada pensativa hacia el techo, sé por qué caí en un sueño profundo y sin pesadillas. Esas pesadillas no aparecieron en mis sueños, pero han tomado la forma de pensamientos y me atormentan en este momento. Pienso. Pienso en la decisión tomada ayer. No sé aún cómo lo voy a llevar a cabo, pero me voy. Me voy por Thomas. No puedo permitir que mi descontrol le dañe más. Tampoco sé a dónde iré. Qué haré. Estoy perdida. Solo espero que mi descontrol, y la única clase básica de Thomas sobre golpes, sirvan al menos para poder llegar a defenderme cuando lo necesite. Sinceramente, no quiero irme, pero necesito irme. Aunque, ¿cómo me puede costar tanto, dejar a una persona a la que conozco de hace escasos días? ¿Qué me está pasando? Las preguntas me corroen, y no puedo responderlas. Por lo que, aunque sé que aún es pronto, ya que apenas ha amanecido, decido ponerme cuanto antes a recoger. Me levanto, abro el armario y cojo mi mochila. Guardo todo lo que tuviese fuera, más una camiseta y un pantalón de Thomas. Busco mi daga. La encuentro por casualidad, y la guardo rápidamente en una de mis botas. Encuentro mi capa y me la coloco. Me miro en el espejo y me coloco la ropa y el pelo. Me doy cuenta de que no debería esperar más y, tras colocar un poco la cama me dirijo a la cocina. Abro la puerta de la despensa y cojo alguna lata de comida, pan y dos cantimploras de agua. Lo guardo todo en la mochila. Entonces me doy cuenta de algo, debería dejarle a Thomas una pequeña nota, para que sepa que me he ido por propia voluntad. Asique cojo un trozo de papel y un lápiz viejo que había cerca y escribo:
Querido Thomas;
Me he ido. Sí. Pero no me he ido porque no esté a gusto aquí. Contigo. El motivo de mi huida es muy distinto, y muy simple. Tengo miedo. Miedo de no saber controlar lo que aún no sé lo que es, y hacerte daño. Anoche fue una quemadura, mañana podría matarte. No me lo perdonaría. Espero que me perdones, y nos volvamos a encontrar algún día.
Mucha suerte:
Alysa.
Sin saber el motivo, al terminar la nota, noto mi rostro húmedo, y percibo que estoy llorando. Me cuesta, me cuesta mucho irme de aquí. Pero ya no puedo echarme atrás. No, ya no. Me seco las lágrimas y dejo la nota encima de la almohada de la habitación. Vuelvo al pasillo, pero esta vez, me dirijo directamente a la puerta principal. Abro con cuidado, y despacio, ya que no tengo ni idea de dónde está Thomas, podría pillarme y no podría irme. Una parte de mí desea que sea así, que Thomas esté detrás de la puerta, y me impida irme con una de sus sonrisas. Pero mi parte coherente me dice que esto es lo correcto, por lo que esto es lo que voy a hacer. Me decido al fin, y tras colocarme la capucha de la capa, la puerta se abre. No hay nadie fuera y observo que el cielo aún no ha amanecido. Miro hacia la derecha, y luego hacia la izquierda, y veo a Thomas, tumbado en un trozo de tela agarrado entre dos árboles. Con que ahí ha estado durmiendo estos días… Le dedico una sonrisa triste, y me dirijo hacia el lago. Una vez allí, me lavo un poco y lleno las cantimploras con el agua cristalina. Una vez llenas, las vuelvo a meter en la mochila y, tras dirigir una última y triste mirada hacia la cabaña, hacia Thomas, y hacia los restos de la hoguera de la noche anterior, me adentro en la espesura de los árboles de Magnam Silvam.
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IGNIS; El Fénix de Fuego.
FantasyHace miles de años, cuando los humanos convivían con los seres mágicos, un humano y una Fénix crearon una nueva raza, fruto del amor. Los Luxhom (humanos de luz). Magnam Silvam es un bosque lleno de secretos en el que pocas personas que han entrado...