CAPÍTULO 7

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CAPÍTULO 7

Al estar en la habitación donde duermo, cambiándome la ropa, pienso en las risas que nos hemos echado Thomas y yo. No llevo casi tiempo aquí, pero ya le estoy viendo como un amigo. Uno bueno. Aunque todavía no debo confiarme, por si acaso. Una sensación extraña me vuelve a recorrer el cuerpo otra vez, al igual que antes en el lago. No hago caso a ella y dejo la ropa totalmente empapada encima de la cama. Seguidamente, me pongo el otro pantalón que tenía en la mochila y la camiseta rosa de tirantes, ya que la blanca la rasgué para envolver la daga que mañana utilizaré. También me pongo unas botas negras que tenía Thomas en la habitación de las armas, ya que él no me dio tiempo ni a quitarme las zapatillas para entrar al agua. Me miro en el espejo del armario y me quito el trozo de tela que me sujeta el pelo. Al no tener ningún cepillo con que cepillármelo, intento hacerlo con la mano cómo puedo, ahora que está mojado. Thomas entró antes a por ropa seca a su armario y luego quedamos en cambiarnos y salir fuera para hacer una hoguera y cocinar los conejos. Me coloco la camiseta y el pantalón, me arreglo un poco el pelo, y salgo con la ropa mojada en la mano. Salgo directamente fuera de la casa y veo a Thomas algo frustrado, intentando encender un fuego. Le veo bastante concentrado, pero levanta la vista para mirarme cuando estoy a unos pocos metros de él y deja de prestar atención al fuego para fijarse en mí. Él se levanta y nos quedamos en silencio, mirándonos durante unos segundos.

-         Creo que deberías tender tu ropa en ese árbol, junto a la mía. – me dice, sin dejar de mirarme, señalando un árbol a pocos metros de nosotros.

-         Está bien.

Me doy la vuelta para dirigirme al árbol, y a los cuatro pasos, me vuelvo a dar la vuelta y vuelvo a ver a Thomas aún de pie, pero hay algo diferente. El fuego, el fuego está encendido.

-         ¿Cómo has…? Es decir, no estaba… pero ahora… ¿Cómo has encendido el fuego así de rápido? – pregunto algo confundida.

-         Pequeños trucos. – dice él con su típica sonrisa traviesa y con un aire de suficiencia.

Vuelvo a darme la vuelta aún confundida y cuelgo las ropas en las ramas del árbol. Ha encendido el fuego en dos segundos, y aún de pie. Estoy segura de ello. Decido olvidarme de ello por el momento, aunque todo esto es algo raro. Las ropas secarán mañana, por lo que no me preocupo por ellas y vuelvo a la hoguera que está alimentando Thomas. Ya tiene el saco con los conejos al lado, por lo que solo falta sacarlos y cocinarlos.

-         Verás, la forma más fácil de cocinarlo es la siguiente. – me dice una vez estoy a su lado.

Thomas coge tres palos largos, y hunde dos de ellos a ambos lados de la hoguera y con el último atraviesa a uno de los conejos de arriba a abajo y lo coloca encima del fuego, colocándolo entre los palos hincados, para que no caiga al suelo y de tal forma que podamos dar vueltas al conejo cogiendo un extremo del palo. Me quedo maravillada con la ingenuidad de Thomas y me siento encima de un tronco que ha colocado como banco enfrente de la hoguera. Él hace lo mismo, y nos quedamos mirando el fuego, como si lo llevásemos observando toda la vida. De repente miro a Thomas, y me parece realmente atractivo a la luz del fuego. Está oscureciendo y las llamas parecen subir hasta el oscuro cielo.

-         Te brillan los ojos rojos con esta luz. – observo, al fijarme en ello, pero me doy cuenta de que he pensado en alto, y me ruborizo.

-         Igual que a ti. Pero a ti no solo con el fuego, también me he fijado esta mañana que con el agua te brillan aún más.

-         ¿De verdad? – pregunto sonrojándome más.

Él me mira, y me dedica otra de esas sonrisas que me producen una sensación extraña. Sí, es su sonrisa. Esa sonrisa que si sigue dedicándomela, un día me volverá loca. Alarga la mano y me acaricia un mechón de pelo mojado.

IGNIS; El Fénix de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora