8. Te llevo en mis labios🌞

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Tres días habían pasado.

Tres largos días desde que había rozado la felicidad con la yema de sus dedos, e incluso la había saboreado. Hunter Brooks sentía que había estado a punto de hacer sus sueños realidad, aquella noche en que la mujer que amaba se sometió a sus deseos, y dejó que, por un instante, fueran sus cuerpos los que hablaran por ellos. Y no el dolor. Tampoco el rencor que sabía que ella guardaba en el fondo de su corazón hacia él. Por eso, al verse correspondido después de tanto tiempo imaginando lo que sería acariciar su piel caliente, llenarla de besos o lamerla, la emoción le impidió ver el efecto que también tendría en ella. Conocía a su mujer a la perfección. También su orgullo, su obstinación, y, sobre todo, sus heridas. Unas heridas que él no lograba cerrar por más que intentara recompensarla con el amor que le negó al marcharse de su vida.

Ahora mismo, ya no estaba seguro de si alistarse en los Marines había sido la mejor decisión.

¿Y si ella realmente lo odiaba?

- Jefe, le estoy hablando. - Maddox golpeó el escritorio con los nudillos buscando llamar su atención. - Hoy ha estado muy distraído. ¿Le ocurre algo?

- Una mujer, eso es lo que me ocurre. - respondió, y su posterior silencio le hizo saber a su subordinado que no hablaría más del tema. - ¿Necesitas algo?

- Sí. Que Ramírez deje de comerse mis yogures de soja. - aquella sonrisa inocente le impidió desfogar su mal humor con el chico, y por primera vez en varios días, se permitió reír a costa de alguien. - ¿Es Sunshine, verdad? - Hunter asintió con la cabeza, y prendió un cigarrillo rompiendo un largo período de abstinencia. - No es que sea un experto en el amor ni nada de eso, jefe, pero conozco el sentimiento de estar enamorado de una mujer hasta el punto de considerarlo una maldición. O explíqueme cómo puedo hacer para que la mujer que amo no esté todo el día revoloteando en mi cabeza, o para que yo no necesite verla al menos una vez al día y así no correr el riesgo de que el corazón se me quiebre. Tengo este constante anhelo en las manos de acariciarla, de hacerla mía a toda costa. ¡Que no sé cómo controlar!

Él conocía a la perfección ese sentimiento.

Sólo que, a diferencia de Maddox, nunca conseguía reunir las palabras correctas para expresar todo lo que había callado en su pecho. Hasta hace unos días, él hubiera apostado que decirle que la amaba sería más que suficiente para que Sunshine creyera en la autenticidad de su amor, pero ella se ocupaba personalmente de echar abajo cualquier castillo que construyera en su honor.

- La amas. - agregó, y esa sensación de vacío volvió a inundarlo todo. - Y te lo dice el hombre que está a punto de tener un ataque de llanto porque no ve a la mujer de sus sueños desde hace tres días.

- Por eso ha estado haciendo doble turno. - dedujo Maddox tras fijarse en la manta de lana que cubría el sofá. - Y durmiendo aquí.

- Sí. Sunshine se está quedando en casa de Jojo. - los ojos de Maddox se suavizaron como si oír el nombre de Joanne fuera un analgésico natural para él. - Está haciendo hasta lo imposible por mantenerse alejada de mí. - gruñó con rabia, lo que desencadenó nuevamente ese tic nervioso en su ojo izquierdo. - Y no es como si yo fuera la maldita peste.

- Jefe. - unos golpes en la puerta dieron paso a Ramírez.

El oficial pareció sorprendido de ver a Maddox en su despacho, o así fueron los primeros cinco segundos hasta que volvió a dirigir su atención hacia él.

#1 Hacerte mía, otra vez. (Trilogía Jackson Creek)✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora