Esto tenía que ser un sueño.
Hunter se obligó a cerrar los ojos con fuerza, después volvió a abrirlos, y comprobó por sí mismo que seguía unido a la mujer que tanto amaba, tal y cómo había ocurrido durante buena parte de la noche. Caliente. Así se sentía al estar siendo abrazado por las carnes internas de Sunshine, acogido fervientemente en su dulce intimidad. Mientras él la empujaba al límite con sus embestidas, y se empujaba también al placer más absoluto. Atrás había quedado toda promesa de respetarla hasta el matrimonio, de esperar hasta esa magnífica luna de miel en la que ambos se encontrarían en el dormitorio, pues la pasión que vibraba entre ellos no le había permitido por un instante conservar la cordura. Fue verla follándolo con la boca otra vez, sentir cómo la humedad manchaba sus muslos, para perder toda conexión con la realidad y no querer más que hundirse en ella hasta el fondo. Saciar esta hambre que llevaba persiguiéndolo ocho malditos años. Porque contemplar a su ardillita como Dios la trajo al mundo, cubierta de sudor y de las marcas egoístas de sus besos, borraron en Hunter cualquier sentido de la responsabilidad. Hacer el amor era algo que hubiera terminado ocurriendo tarde o temprano, y no es como si él sólo fuera el polvo de una noche para ella. Hunter había sido su primer hombre, y, por ende, también sería el último. Ahora sólo tenía que esforzarse por ponerle un anillo en el dedo, porque sin importar cuanto se habían compartido durante horas, Sunshine en ningún momento había aceptado iniciar una vida junto a él.
Ni vivir en esta casa en la que había puesto todas sus esperanzas.
- A este paso, llenaremos esta casa de bebés pronto. - susurró en su oído, y aferrándose a sus muslos la siguió embistiendo.
- Mmmm. - gimió ella, y lo envolvió en sus brazos con fuerza. Clavando sus uñas en la piel de su espalda. - ¿Bebés?
- Bebés, sí.
- Quiero muchos bebés. - confesó la mujer con la mirada perdida, y Hunter no pudo saber si ella era plenamente consciente de lo que acababa de admitir ante él. - Que se parezcan a ti.
- Ojalá dijeras eso más a menudo, ardillita.
Maldición.
Él estaba a punto de llegar al clímax, y siempre que estaba por conseguirlo, necesitaba saber si Sunshine también lo alcanzaría a la vez.
- Oh, amor. - gimió ella poniendo esa sonrisa en su boca que indicaba las oleadas de placer que estaban inundando su cuerpo, y fue así, como Hunter no tardó en dar paso a su propia satisfacción.
- Te dije que se sentiría bien, ¿o no?
- Sí. - susurró. - Lo dijiste. Y duele, duele mucho. - él llenó su boca de besos con la intención de aliviar el dolor en su cuerpo, pero la única respuesta de Sunshine fue emitir quejidos desde la profundidad de su garganta mientras se esforzaba por amoldarse contra su pecho. - ¿Puedo cerrar los ojos, amor?
- Claro que puedes, ardillita.
Hunter le apartó un par de mechones de la cara, la cubrió con las sábanas blancas, y la aferró contra él suplicando una y otra vez a los cielos despertar al día siguiente con su mujer favorita en los brazos.
- Ardillita.
¿Qué hora es?
- Ardillita.
No.
Otra vez no.
Por favor, Dios.
- ¡Sunshine! - exclamó saltando de la cama en pelotas. - ¡Sunshine!
- ¿Hunter?
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#1 Hacerte mía, otra vez. (Trilogía Jackson Creek)✔️
RomanceElla tiene su orgullo. Él tiene su corazón. Sunshine Moore se enamoró de aquel demonio de ojos azules a primera vista. Sin importar que fuera diez años mayor que ella, y que todo Jackson Creek renegara de su amor a las espaldas. Sin embargo, las hab...