5. Heridas que no terminan de cerrar🌞

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- ¿No crees que estás exagerando un poco, ardillita?

Ahora mismo, Sunshine no tenía fuerzas para exigirle que desistiera de utilizar ese apodo ni para recordarle que ella no volvería a ser suya, aunque tuviera la huella de su mano estampada en una de sus nalgas. ¡Santo dios, hasta el simple recuerdo de lo ocurrido la hacía sonrojarse! Y es que algo maligno tuvo que apoderarse de su persona para haber aceptado semejante disparate, y es que escucharlo constantemente mencionar cuánto deseaba azotar su trasero, la hizo fantasear tan arduamente que llegado el momento no pudo rechazar su oferta.

Sin embargo, ella también sentía la necesidad de aclararle que haberse pasado toda la mañana pegada a él no era sinónimo de amor ni tampoco agradecimiento por los orgasmos que le proporcionó, sino por la manifestación de esa entidad del más allá en la buhardilla que le había hecho replantear su propia cordura.

O, al menos, era eso lo que quería creer con todas sus fuerzas.

- Sube a la camioneta. - le ordenó él sacando la cabeza por la ventanilla. - Sea lo que sea que estés pensando, bórralo de tu mente y vuelve a casa conmigo.

- Me voy a casa de Jojo. No sin antes hacerle una visita a mi supuesto abogado. - respondió ella sin frenar el paso. Hunter llevaba siguiéndola con su camioneta desde hace un par de calles. - ¿Acaso has visto a mujeres como yo protagonizando alguna película de terror, Hunter? ¡Por supuesto que no! - se respondió a sí misma. - Quedarme en casa de tía Ágatha sería una completa locura, y como bien sabes, no correré el riesgo de que las piernas vuelvan a fallarme. Así que no asomaré las narices por ahí hasta que alguien le haga un exorcismo a esa maldita buhardilla.

- ¿Me estás diciendo que las mujeres negras tenéis un instinto especial para lo paranormal, ardillita?

- Sí, eso estoy diciendo.

Sunshine frenó el paso, abrió la puerta de la camioneta y se subió en ella.

- Oye, no estoy diciendo eso. - lo encaró. - Ya estás liándome otra vez. ¿Qué pretendes?

- Te atrapé.

Hunter se inclinó sobre ella tanteando su boca en el proceso, hechizándola a su vez con esos ojos azules, y recordándole que siempre estaba demasiado cerca de caer en la tentación.

- Te dije que no dormirías sola. Mi cama es lo suficientemente grande para los dos. - le recordó guardando la compostura, y volviendo a su asiento. - Eres terca, ardillita. Tan terca que jamás admitirás que estabas deseando que te besara. - Sunshine desvió la mirada en otra dirección cruzando los brazos sobre su cuerpo a modo de protección. - Aunque mi oferta de añadir otros diez azotes a la cuenta inicial, sigue en pie.

- ¿Quince? - preguntó Sunshine impresionada por la propuesta, y un poco caliente. O así fue hasta que recordó que este hombre no era bueno para ella, y que no podía perder el norte. - ¡Y qué importa! No los quiero.

- Aún no he usado mi lengua. - respondió él. - Ni las cuerdas de mi cobertizo.

Ella se volteó a mirarlo completamente sonrojada, y no pudo evitar imaginar lo que se sentiría ser follada por este hombre mientras la tenía atada de pies y manos, a la vez que le provocaba el mayor placer. Hunter Brooks era la clase de hombre que exudaba pasión a su paso, lo supo la primera vez que lo vio, y lo seguía sabiendo ocho años después.

- Tú no te has atrevido a decir eso. - lo amenazó Sunny con ese dedo índice que, en otros tiempos, podría haber echado abajo reinos más grandes. - ¿Desde cuándo te has vuelto tan descarado?

#1 Hacerte mía, otra vez. (Trilogía Jackson Creek)✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora