#1 Hacerte mía, otra vez. (Trilogía Jackson Creek)✔️

17. Amarga realidad🌞

Penúltimo capítulo

Dicho esto, ¡a leer!🤭

- Jefe, el señor Moore se ha asomado por la ventana. Se lo aseguro. - le avisó Maddox aún pegado a su teléfono. - El tal Oliver Scott dice que Sunshine apenas ha salido de casa durante estos días, y cuando lo ha hecho, ha sido en compañía de su padre. No menciona nada de ningún otro hombre. Y sus viajes han sido de casa al supermercado, y viceversa. - a Hunter no le cabía en la cabeza cómo el dichoso hacker de Schratter Security & Co se las apañaba para vulnerar unos cuántos derechos constitucionales sin despeinarse. - Al parecer, la ha identificado en unas cuántas grabaciones de las cámaras de seguridad. Tanto en el aparcamiento como en el interior del establecimiento.

- Recuérdame que seamos lo suficiente agradecidos con ese tipo. - dejó caer. Maddox lo observó con ese par de pupilas bicolores muy atento. - No me gustaría tenerlo como enemigo.

- A mí tampoco, jefe.

El sheriff oyó a Maddox tragar en seco.

- Creo que sería capaz de encontrarnos hasta debajo de las piedras. - agregó.

- ¿Y qué sabe de Joanne?

- Mi mujer está aquí. - respondió.

Al sheriff no le tomó por sorpresa la forma en la que Maddox remarcó abiertamente que Joanne Jones era suya, a pesar de que sabía que no estaba en los planes más próximos del oficial confesarle sus sentimientos. Después de la visita de su camarada a Jackson Creek, y de que él perdiera la cuenta de la cantidad de veces que lo seguían rescatando del pozo de sus miserias, a Hunter le llevó un par de días zanjar todos sus asuntos en comisaría, y amenazar a su médico para que le permitiera firmar el alta voluntaria con el que poder subirse en un avión con destino a Vancouver. La desesperación lo había empujado a tomar esa drástica decisión tras recibir el informe acerca de la vida de su mujer, así como esa larga lista de visitas al psicólogo, y los nombres de los medicamentos que le prescribieron con los que controlar los episodios de ansiedad sufridos durante sus años de universidad. Sunshine había terminado la carrera en Historia con honores, no sólo por el gran esfuerzo que puso en ello, sino también debido al confinamiento al que él mismo la empujó a causa de su abandono. Era como si durante ese período de tiempo, ella se hubiera dejado marchitar, y no se permitió ninguna alegría hasta que se instaló definitivamente en Vancouver.

Entonces, ¿cómo iba a poder Hunter devolverle todo lo que alguna vez le había quitado?

Una parte de él seguía pensando que lo mejor para su bienestar era que la dejara seguir adelante con su vida, extinguir cualquier posibilidad que pudiera arruinar su recuperación. Él se negaba a volver a ser el causante de su dolor, y por más que la simple idea le partiera el corazón, había tomado la decisión de que si ella rechazaba lo que tenía que proponerle, nunca más volvería a molestarla. Es más, renunciaría a su puesto de sheriff en Jackson Creek, volvería a alistarse en la Marina, y les pediría que lo envíasen a África. Era el segundo lugar del mundo, después del cuerpo de Sunshine, dónde le gustaba estar. Al fin al cabo, sólo el calor de aquellos amaneceres brindarían un calor semejante al de su propia mujer, y, por eso, se aferraría a ellos con uñas y dientes. Además, esos cientos de kilómetros que los separarían el uno del otro serían los únicos capaces de contener la necesidad de ir en su busca, de hacerle saber cuánto la necesitaba. Tampoco es que tuviera intención alguna de sustituirla por otro cariño. Dado que Sunshine Moore era el amor de su vida, y lo seguiría siendo hasta el día de su muerte.

- Le pedí que rastreara la llamada que me hizo cuando estábamos de camino. - le informó Maddox. El oficial fijó la mirada en la casa con la esperanza de ver a su mujer en alguna ventana. - Me dijo que la señal procedía de una antena que se encuentra en este perímetro. - añadió señalando una de las antenas de telefonía que se divisaban desde aquí. - Así que, hay un 96% de posibilidades de que su teléfono se encuentre en esta casa, y a mí de que me de un infarto por ello.