Día 30: Con rasguños y arañazos

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"Cuando esté hablando dirá que es mío"

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El eco de la voz ronca de Lestrade estremeció a Mycroft, el escalofrío que recorrió su columna fue extrañamente placentero, su pecho agitado subía y bajaba, regó besos por la piel morena de su amante con amor mientras los suspiros de Greg hacían un ruido excitante, bajó deslizándose hasta la entrepierna ajena.

El amor, los sentimientos, cada fibra de los dos hombres entrelazándose, acariciando su alma, llenando de cariño sus corazones con las lágrimas derramadas ante el fogoso tacto.

Atrapó el pene de su pareja entre su húmeda boca, chupó y lamió como pudo, emocionado por los sonidos obscenos que emitía el otro hombre. Mycroft se atragantó un poco y alejó la molesta sensación de querer vomitar, cerró los ojos un tanto vidriosos y continuó con su trabajo.

Greg tragó saliva, su mano se movió hasta la cabeza de Holmes y los enredó entre finas hebras de cabello rojizo, jalando con suavidad cada que un espasmo invadía su cuerpo, las palabras atoradas en su garganta se quedaron ahí.

El pelirrojo se separó de Lestrade y acomodó ambos cuerpos, para que sus rostros sonrojados quedaran uno frente a otro, se besaron, una y otra vez por largos minutos, hasta que por fin se miraron a los ojos, el brillo en ellos los enamoro como siempre lo hacía.

—¿Estas seguro?-Pregunta Mycroft.

—Contigo siempre estaré seguro amor.

La mano de Holmes acarició los muslo de su amado, hundiendo los dedos entre ellos, la entrada de Greg estaba mojada, lubricada anteriormente, por lo que la intrusión de Holmes no duró mucho ni fue forzado.

Los acalorados cuerpos se fundían en caricias, cada roce parecía quedar grabado como un tatuaje, uno muy bello, con las obscuridad vistiéndolos, con sus ojos brillantes alumbrando sus corazones.

Mycroft se movió dentro de Greg, gemidos salieron a flote. Holmes estalló en placer ante la resbaladiza sensación de su amantes envolviéndolo. Lestrade exclamó incoherencias, casi al borde de su orgasmo.

Los movimientos eran lentos y cuidadosos, sus bocas bailaban agitadas por la saliva, entonces solo eran ellos dos, mareados por la lujuria, tontos románticos acunando recuerdos eróticos.

Greg se agitó ante los golpeteos en su próstata, cerro los ojos mordió su brazo para evitar hacer mucho ruidos, unas estocadas más lo hicieron correrse con intensidad. El orgasmo de Mycroft fue poco después.

Mientras ambos recuperaban el aliento loa abrazos silencioso los hicieron sentirse amados.

30 Días (Johnlock/Mystrade)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora