Día 8: Contra la pared

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"Tú naciste para ser mi chico y cariño, yo fui hecho para ser tu hombre"

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La espalda de John golpeó contra la pared de la habitación de Sherlock, mientras este cerraba la puerta con su pie. Holmes acorraló a John para luego besarle con rudeza, las respiraciones agitadas de ambos se intercalaron entre si mientras el contacto de sus labios persistía. El detective quitó desesperado la camisa de su amante, dejando que cayera al suelo y se revolviera con otras prendas de ambos. Sherlock bajo sus labios al cuello de John y luego a su pecho.

—Sher-lock. —Suspiró el rubio.

Las manos de John descansando sobre los hombros de Holmes se deslizaron a la erección de su contrario en donde masajeó sobre la tela de la ropa interior. Sherlock gimió con satisfacción.

El resto de ropa que aun les vestía se desvaneció entre sus dedos ansiosos, arrastrándose sobre sus pieles, perdiéndose en la habitación. La mano de Sherlock viajó entre el sudor del cuerpo de su amante, para envolverse en su miembro en un agarre firme masturbando y la boca del médico se volvió un lío de sonidos agudos que resonaron en los oídos del otro hombre, quien cargó a John por las piernas para envolverlas al rededor de sus caderas, deteniendo los movimientos al rededor del pene del rubio. Se besaron de nuevo, tal vez un poco más calmados, pero frotándose deliciosamente entre si,  gimiendo y susurrando con la voz entrecortada.

Sherlock tanteó a juego la entrada de John con sus delgados dedos e introdujo dos de golpe, John se quejó un poco por el repentino ardor que le invadió pero se tranquilizó unos segundos después, las embestidas del detective se volvieron constantes, rosando a propósito la próstata del médico, rápidamente y con algo de dificultad por la posición en la que se encontraban Sherlock remplazó sus dedos por su miembro erecto, John dio un nuevo grito, seguro mas fuerte que los anteriores y no se detuvo ni un poco. Holmes comenzó a moverse de manera brusca y dura contra su pareja, el choque de pieles, el esfuerzo para cargar a Watson, el placer llenaron los sentidos de Sherlock y le hicieron sentirse abrumado de alguna manera por la lujuria del momento, continuó golpeado, entrando y saliendo de John, finalmente los llevó a ambos al orgasmo, culminado entre gemidos ahogados.

30 Días (Johnlock/Mystrade)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora