XVI-Recuerdos.

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Papá estaba mirándome con cariño desde el otro extremo de la habitación. Hice otro salto y caí en puntas.

-¡Bien!-gritó con alegría.

Yo me reí, ese era uno de los pocos momentos en el que podía ser feliz.

-¿Y si intentamos otro salto?

Asentí e hice lo que me indicaba, pero me equivoqué. Caí al piso con un fuerte estruendo, haciendo que soltara un chillido agudo.

-No puedo creer que mi hija sea tan inútil-comentó Victor mientras me propinaba una cachetada bastante fuerte.

No lloré, como era de esperarse. Ya estaba acostumbrada a los cambios de humor de papá.

Me dio otra cachetada y luego me envió a mi cuarto. Allí descansaba la pequeña Ariane. Estaba profundamente dormida y ocupando mi cama. Hice lo que pude para no despertarla.

Estiré mi pierna para quitar el dolor de la caída y me deshice del tutú. Doblé el traje y lo dejé bien acomodado en el closet.

No me sorprendí al escuchar a papá y mamá gritarse en el piso primer piso.

-¿Ky?, ¿Qué pada?-preguntó Ariane con su tono de niña pequeñita. Tenía apenas 4 años-¿Papi y mami están peleando?

-Tranquila, Ari, ya sabes cómo son.

Me senté a su lado y la abracé con fuerza. Ya era rutina, pero mi pequeña hermana todavía entraba en pánico.

Escuché que algo se rompía. Eso era nuevo. Dejé de abrazar a Ari en el momento en el que mamá cambió sus gritos de enojo por unos de dolor.

-Ya vengo, Ariane, no bajes, ¿Bien?

Ella asintió y yo, con mis seis años, me armé de valor y bajé los escalones dispuesta a enfrentar a la fiera.

-Papi-dije mientras veía la cara magullada de mami- ¿Qué hiciste?

-Sube, Kimberly.

-No quiero.

Se volteó y sentí miedo de verdad. Sus ojos estaban adormilados y perdidos, pero de alguna forma sabía que podía verme.

Me asentó un puño que hizo que mi cuerpecito cayera al piso de nuevo. Intenté no llorar y volví a pararme.

-Ah, la bastarda tiene valor, ésa-me señaló mientras dirigía su mirada a mamá-NO es mi hija, Ariane sí. Kimberly fue hija de… de él. Y he intentado aceptarla, pero no puedo, ¿Bien?, no puedo decir que no la quiero, pero es muy poco. Tú, Miranda, eres una jodida perra.

Cerré los ojos mientras escuchaba los pesados pies de papi subir las escaleras, seguramente para ver a Ari.

En ese momento no sentía celos, pero cuando empecé a crecer, la envidia me ahoga en sollozos al ver que ella sí era amada.

No podía negar el amor que mamá me brindaba, pero ella era una mujer deprimida que lloraba todas las noches.

En cambio, papá rebosaba alegría por todos lados.

Le dejé de decir papá una horripilante tarde de invierno. Recuerdo que mamá se había llevado a Ariane al odontólogo. En ese entonces yo ya tenía 10. Bajé para servir un poco de helado, pero papi me llamó desde su cuarto.

Fui muy obediente para ser recibida con su característico “Kimberly”

-No me vuelvas a llamar padre, no soy tu “Papi”, ni “papá” para ti Victor, llevo 10 años aguantándote, la única hija que tengo es Ariane.

Entendí lo que quería decir de inmediato. Era lista y había tenido que madurar a la fuerza.

Salí de la habitación rápidamente y me olvidé del helado por completo. Abrí la puerta principal y tomé las llaves.

Corrí lejos de allí hasta llegar a la casa de Natasha, que quedaba a unas cuantas cuadras de distancia.

Cuando abrió, me tiré en  sus brazos y agradecí que sus padres no estuvieran. Ella me dio un poco de chocolate y vimos unos cuantos videos antes de que soltara la bomba.

Ella insistió en decirles a sus padres pero lo evité.

Y  lo más duro fue cuando se fue.

Tenía 15 años. La etapa de los sentimientos a flor de pie. Ariane tenía 12.

Nos levantamos y como  siempre, mi hermana fue directo a saludar a Victor, mientras yo me bañaba, evitándolo.

Me puse la falda del uniforme y me revisé en el espejo. Sonreí al darme cuenta que tenía los ojos de Victor. Eso le dolía.

Bajé las escaleras sin poner atención a los sollozos.

-Buenos días, Victor-saludé al puesto vacío, suponiendo que estaría allí, tomé mi maleta y me la puse en el hombro-¡Ariane!, ¡Hora de irnos, cariño!

-¿Cómo puedes ser así de cruel?-preguntó mamá.

-¿Ahora qué hice?, ¡Disculpen, yo no decidí existir, fueron ustedes los que decidieron tener sexo alocado en la adolescencia!

-Kimberly-se puso seria, me volteé para verla sollozar. Y ahí caí en cuenta de que Victor no estaba en su lugar habitual.

Suspiré y para mi sorpresa, una punzada de dolor me recorrió. Mamá y yo sabíamos que pasaría algún día.

Siendo sincera lo estaba deseando, lo estaba desenado desde el momento en el me di cuenta de que no era querida.

Pero en ese momento…

Sólo pude observar el asiento vacío.

-Se fue-susurré mientras escuchaba gritar a Ariane. Mamá iba a responder pero salí de casa antes de escuchar cualquier cosa.

Ariane no recordaba, pero y no había empezado a ser la chica mala porque Victor se “Ponía violento”

Me volví la chica mala porque Victor se fue.

Nos abandonó de la forma más vil. Dejó simplemente una carta. Una carta que guardo en mi mesita y que leo cada noche para torturarme.

Ese día, me emborraché y me acosté por primera vez con un chico. No me acuerdo de su nombre, ni siquiera de su rostro.

Las drogas, el alcohol y el cigarrillo. La vida adolescente típica, ¿No?, la cosa es que yo en las noches lloraba en silencio y me reprimía por ser tan idiota. Debía seguir con mis buenas notas y dejar las fiestas.

Pero mi vida ya no podía ser normal, así me doliera admitirlo… veía a Victor como a un padre, y en verdad lo era. Todavía no entiendo por qué no me quería.

Me desperté con un fuerte dolor de cabeza.

-¡Kim!, ¡Baja!

Otro día más.

Otro día más. 

Ask (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora