25. "S" serpeteante

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JUDITH

Subo corriendo las escaleras, confundida y con las lágrimas que me nublan la vista. La habitación de Esther se encuentra vacía por lo que decido ir a la de Abel, al llegar a la puerta automáticamente lo abro sin llamar antes.

Abel está de espaldas, cerca de la cama y tiene un montón de papeles en la mano. Me acerco un poco más para ver lo que está leyendo, mi instinto me dice que no haga ruido y que lo compruebe con mis propios ojos, lo que veo es como una especie de expediente médico. No me sorprende, él siempre quiso ser médico.

Pasa una hoja con veneración, con una mano manchada de gotitas de sangre.

Se me hela la sangre al pensar lo peor. Siempre trato de pensar lo mejor de las personas y de él mucho más, pero cuando veo que el expediente que tiene en sus manos tiene grabado mi nombre, me congelo.

—Oh, Dios mío —me sale un grito ahogado. —Tienes la mano manchada de sangre... Y tienes mi expediente. ¿Lo has robado?

Abel deja caer los papeles en la cama, pero es tarde, ya lo he visto. Mi instinto es salir corriendo de aquí.

—Judith, puedo explicarlo... no es lo que crees.

—¿Con mi cadáver en una bolsa? No, gracias.

No le doy tiempo a intentar convencerme. Me hecho a correr, cerrando la puerta detrás de mí.

—¡Judith! ¡Maldita sea! —me grita a través de la puerta. —¡Me lastime el dedo por eso hay sangre!

No me detengo, corro con todas mis fuerzas hacia una habitación, buscando ayuda, o tratando de esconderme.

¿Es posible que solo yo este en la cabaña?

Corro de nuevo con más fuerza hasta llegar a una habitación, pongo mi mano temblorosa en la manilla, está fría. Sin pensarlo dos veces doy pasos hacia adelante, cerrando la puerta a mi espalda.

Inmediatamente mis ojos bajan hacia el suelo, hay un pedazo de tela amarilla desgarrada, pulseras rotas, la cama está deshecha, sábanas de color gris arrugadas, parece que estoy en una pesadilla en este momento.

Los pechos de Esther están desnudos mientras ella está recostada en la cama, su cabello rubio, esos mechones dorados descansan sobre la almohada. Siento un gran nudo en el estómago y ganas de vomitar, mi corazón se acelera y mis piernas se quedan quietas, inmóviles, lo que veo me deja helada.

Estoy viendo algo siniestro, sus largas pestañas se cierran, dejando en claro que está inconsciente y encima de ella lo que nunca imagine ver. Dos manos grandes en su cuello, presionándola con fuerzas o ¿no? No sé. Pero nada bueno está sucediendo ahí.

Ya me ha visto, está consciente que sé su secreto.

Verlo me produce una impresión tan violenta que es como un golpe físico.

Se me corta la respiración y el corazón me late a un ritmo desbocado. Siempre nos han mostrado al diablo como una bestia, una criatura inhumana y grotesca. Sin embargo, aquel chico que estoy viendo es como un hombre. Una figura inocente, peligroso e inquietante. Una silueta amenazadora bajo la sombra de una inocencia despiadada. Es la perfección masculina y de la belleza.

Es un caos hermoso, capaz de llevarte al abismo sin darte cuenta.

Me alcanza de dos rápidas zancadas y con ambas manos me acaricia el cabello. Estoy temblando y yo lloro, abrumada por la certeza de saber que él es un asesino.

Sus ojos permanecen pegados a mí, con preguntas dando vueltas en ellos.

—¿Así que me has estado acosando? —pregunto incrédula y él me dirige una mirada de desaprobación.

Snap [Psyche#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora