Jude

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Un dieciocho de julio llegaron al mundo, con dos años de diferencia los mellizos Thiago y Paloma Duarte prepararon el camino para Judith.

A los cinco años Thiago y Paloma "por accidente" abrieron el gato de su tía.

A los ocho ahogaron al perro del vecino por morder a Paloma.

A los diez años en una ceremonia llama Psyche Paloma y Thiago mataron a la primera persona, e hicieron que Judith fuera testigo. Es Ahí donde nace Jude, es decir, yo.

No es necesario que me presente, estoy segura que ya me conocen. De hecho, soy esa vocecita en la cabeza de Judith.

Lo primero que les debo decir es que yo soy una chica sencilla con necesidades sencillas.

No me preocupa que estas necesidades aterroricen, molesten y a veces incluso disgustan a los demás. Nunca en mi vida me había preocupado por la comodidad de los demás. Al contrario, lo que me preocupaba era su incomodidad.

Mi vida había sido buena en la medida de lo posible, más de lo previsto y a lo largo de los años me encontré con que seguía siendo tan fiel a mi carácter como el día en que tenía ocho años y descubrí que me gustaba descuartizar animales. Los gatos de los vecinos, los conejitos que la niña encontraba adorable, las ratas gordas que Paloma obligaba a Judith a abrir... el niño del colegio que quiso seducirnos para luego besarse con Esther y luego tuvo el descaro de reclamar e incluso nos dijo puta.

Sí, yo soy una criatura muy simple y nuestra dualidad hace que todos también sean más simples. La matanza es siempre la parte rápida y concisa, pero el desmembramiento lo droga y lo saborea.

Creo que recuerdan la trágica historia que Judith le contó a Deam de Andrés, el chico mujeriego e idiota. Lo que nunca dijo es por qué desapareció, la razón es tan simple como que mi carácter.

Ya lo he dicho: soy una chica simple.

Deam había cambiado mi línea de tiempo. Arruinó mi plan. Años de control se habían reducido a la nada. No me gustaba la alteración, pero iba a aceptar tranquilamente las cartas tal y como se jugaban, como hacía siempre, adaptando mis planes a una situación cambiada.

Sé preparar los cuerpos tan rápido como aprendí con los años, listos para su papel. Mi táctica habitual es la de eliminación. Sabía que es mejor que los cuerpos no fueran encontrados, pero era una emoción sin igual que el mundo viera lo que había hecho, al menos Paloma me había enseñado una buena lección. Estuve ahí después de las muertes de esas chicas, viendo sus vidas vacías, la colocación perfecta de las pulseras, es como si a pesar de los años siguiera sabiendo los pasos de Paloma y aún así, no sabía cómo detenerla, o tal vez me gustaba recrear su escena demasiado y por eso no la detenía... Pero en el fondo sé que me gusta lo mucho que perturbo a la gente cuando se dan cuenta de lo minucioso que había sido estar en una escena de crimen sin dejar pista. Cuánto tiempo debí pasar con los cuerpos. Cuánto debí haber saboreado, deseando abrirlas en busca de pistas. Pero lo que más me gusta de todo esto es que siento un disfrute y satisfacción cuando observo a las familias de las víctimas. Es ahí, donde está el verdadero placer, en ver sufrir a los demás y tú alimentarte de esa esencia.

Mi psiquiatra lo llama sadismo, yo lo llamo diversión.

Cada identidad puede tener sus propias características únicas, recuerdos y patrones de comportamiento.

En cuanto al trastorno sádico de la personalidad, dijo que no es común que alguien con DID presente este trastorno en todas sus identidades. Sin embargo, es teóricamente posible que una de las identidades de una persona con DID pueda exhibir características sádicas de personalidad mientras que otras identidades no lo hacen; yo lo presento, pero Judith no; porque todo dependería de varios factores, incluidos los traumas pasados, las experiencias de vida y la forma en que se manifiestan las diferentes identidades.

¿Qué si disfrute del espectáculo que arme cuando Judith no recordaba nada? Claro que sí, estaba aburrida, así que quería manipularlos a todos. Sí Judith no recordaba nada, es más fácil culpa a otros, ¿no?

Además, el proceso era calmante. Alguien como yo solo puede estar tranquila si tiene algunos buenos pasatiempos en los que poner su energía.

Y sí, Paloma, Thiago y yo somos iguales, excepto que cuando escucharon la música en su cabeza, empezaron a bailar sin importar quien los viera y las personas que no las oían los llamaron demente. En cambio, yo la escuché y decidí bailar en mi cabeza, así que solo dijeron que era rara.

Pero lo que no saben es que tengo un manicomio en la cabeza.

Y todo comenzó cuando le dije a Judith "déjame entrar".

Snap [Psyche#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora