30. Colores

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JUDITH

El tiempo, las horas, los minutos, los segundos, los días... se han convertido en una obsesión; siento una mezcla de enfado, rabia, impotencia y miedo por mi encierro.

Siete son los días que llevo más en está casa desde que nos acostamos por primera vez y siento que me volveré loca otro día más. No puedo dejar de pensar en mi familia, en Lua. Todo lo que aún no recuerdo, y eso hace que los días sean más largos y pesados. No he visto las noticias, no tengo internet, no hay ordenador y tampoco un teléfono móvil; no sé absolutamente nada de lo que pasa en el exterior.

A Thiago le encanta atarme y azotarme, someterme a latigazos. Soy su muñeca de trapo, el juguete con el cual se divierte todas las noches. Yo ya me he acostumbrado a su calor incluso por la noche soy quien busca su caricia, pero lo sigo detestando. Sin embargo, en este momento es la única persona que tengo. Además, de Esther, pero con ella sólo hablo algunos breves instante porque Thiago pasa todo el día fuera y no quiere que las dos estemos a solas sin él estar presente.

Pero para hablar con ella primero tengo que complacerlo, y como recompensa permite que ella pasea por la casa conmigo.

Estar sola y con mucho tiempo me ha dado ideas. No puedo huir por los barrotes de las ventanas. Hay cámaras en todas partes, incluyendo mi habitación. Sin embargo, hace dos días descubrí unos puntos ciegos además, de que existe una habitación que siempre está cerrada; he intentado abrirlo, pero nada.

Pero como durante el día no hay nada que hacer, yo he pasado mi tiempo investigando cada rincón de la casa. Los utensilios de la cocina están bajo llave desde que no me encierra en la habitación, tiene un estudio que por casualidad de la vida no tiene cámara además, sé que guarda la llave del calabozo de Esther ahí, debajo de unos libros.

También sé cómo elige a sus víctimas; todo está relacionado con el color de su muñeca. Los colores rojo y negro son la invitación para él se acerqué a ellas y las convence de irse con él.

El rojo siempre lo relacionamos con la sangre; un color vivo, excitante, apasionado y adictivo. A él le gusta hacerme sangrar y cuando ve brotar la sangre de mi piel, me hace sangrar aún más porque le pone esas cosas enfermas.

El negro es símbolo de la muerte. Una noche me había confesado lo bien que se siente ese leve cosquilleo que recorre el cuerpo al saber que se tiene el poder de quitar la vida a una persona. El placer de saber que se lleva el último aliento, se ha convertido en una peligrosa adicción porque de repente entra esas ansias de cometer el siguiente crimen.

Nadie se ha dado cuenta que el color de las pulseras en sus muñecas son lo que decide si mueren o no, aquel inocente juego se convirtió en una invitación a un macabro juego.

Entonces, ¿por qué aún sigo viva?

No lo sé, tal vez es porque su obsesión va más allá del juego de pulseras.

Había comenzado en nuestra niñez.

Tal vez comenzó cuando lo miré y le dediqué aquella sonrisa.

O quizás fue cuando lo dejé de hacer.

A lo mejor no fue mi culpa.

Puede ser que tampoco sea la suya.

—¿En qué piensas? —me pregunta Thiago.

Me quedo mirándolo salir de la puerta de la cocina con una bandeja en la mano mientras estoy sentada en el sofá del salón.

—En nada. Estoy aburrida, ¿puedo llevarlo? —le digo con una sonrisa, refiriendo a la comida de Esther. —Solo voy a durar unos minutos.

Snap [Psyche#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora