33. Está bien no estar bien

1.3K 309 263
                                    

JUDITH

—¿Señora Lima? ¿Dorothea Lima? —escucho la voz de aquella mujer al otro lado de la línea. Paralizada, con la sangre helada en las venas, tratando de calmar mi respiración para que mi madre no se dé cuenta que estoy escuchando en la otra línea.

—Sí, soy yo —responde con la voz apagada.

—Soy Patricia Silva, la fiscal del distrito.

Sé perfectamente quién es.

La fiscal del distrito suelta un suspiro.

—Todas las acusaciones acerca del señor Duarte están retirados. Los policías que se encargaron de su caso admitieron bajo juramento no haber encontrado nada que implicará de manera directa al señor Duarte.

»Cómo si hubiera hecho falta alguna prueba después de contar con el testimonio de su hija y mejor amiga. Pero después de que aquel hombre confesó ser Snap y se suicidó dos días después de haber ingresado a la cárcel cerraron el caso, y teniendo en cuenta que su hija fue representada como una adolescente con trama emocionales y sufre de algunos episodio de crisis como pudimos apreciar en el juicio, el tribunal no tiene más remedio que retirar todos los cargos. Lo siento.

¡Oh, Dios Santo!

Me quedo completamente sin habla, paralizada. El sudor perla mi frente, sobrecargada de emociones.

Voy a vomitar, subo corriendo las escaleras, conteniendo la respiración.

No voy a llorar.

No voy a llorar.

No voy a llorar.

No lo voy a hacer.

Cuando desperté está mañana fue gracias al timbre de mi nuevo teléfono. Había contestado corriendo con tal de no seguir escuchando el molesto sonido.

Era Bryon, quién estaba feliz por la noticia. Lua había despertado desde hace una semana y por fin le habían dado de alta, y hoy hay una cena sorpresa en su casa. Estaba feliz de que algo bueno haya sucedido, pero ahora toda esa felicidad se fue con aquella noticia.

Cierro la puerta de mi habitación con un portazo. Mis labios tiemblan por los sollozos que contengo, pero no derramo ni una lágrima, me acerco a la cama, agarrando el edredón con todas mis fuerzas, con un movimiento feroz, chillo, arrancándolo y lo lanzo a la otra punta de la habitación.

Van a dejar libre al maldito psicópata. ¿Dónde está la justicia?

Aprieto los puños y busco desesperada alguna otra cosa para arrojar, cojo las almohadas y lo estrello contra la puerta.

Pero el maldito enojo sigue ahí, carcomiéndome.

Ni siquiera pisó la cárcel, el lugar donde pertenece, todo este mes estuvo bajo prisión domicilio. Muy cómodo en su casa mientras yo no podía dormir por las noches por culpa de las pesadillas. Porque aún con tres malditas balas había sobrevivido aquel monstruo y Abel quién más merecía vivir no pudo resistir. Esther me contó que Deam había aparecido después de que me desmayara y se encargó de todo. Pero cuando regresaron para montar el cuerpo de Thiago al auto y deshacerse de él, había desaparecido al igual que los rastros de sangre.

¿Cómo alguien con tres tiros es capaz de ponerse de pie y limpiar la escena de un crimen tan rápido?

¿Por qué sobrevivió y Abel no?

Veo a una desconocida reflejada en el espejo y me enfurece lo débil y patética que parece. Me abalanzo hacia ella, nuestros puños chocan con el cristal y se rompe el espejo. Lo veo caer en la alfombra en pedacitos. Vuelco todo lo que encuentro a mi paso, vacío los cajones y arrojo todo a la pared.

Snap [Psyche#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora