38. Detesto el final feliz

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JUDITH

Después de ver salir a Bryon, me aventuro a entrar. Mantengo la columna vertebral recta. Mi corazón advierte que algo malo va a pasar o al menos puedo sentir a través de la pared que ir a hablar sola con ella es otra tortura.

Templo mis nervios antes de atravesar la puerta de la cocina y ahora mi corazón empieza a latir a toda velocidad.

Se chispean sus ojos al verme.

—Jude, mi preciosa reina —siempre me decía así cuando éramos niñas y jugábamos al ajedrez. Ella mira la pistola en mis manos. —¿Es necesario? —lo señala con aire de aburrimiento.

Me encojo de los hombros y me quedo junto a la encimera, negándome a acercarme a ella por alguna razón.

—¿Qué te hizo tu hermano para que lo matarás? —es lo primero que sale de mis labios.

Suelta un suspiro como si tratará de buscar paciencia.

—¿Por qué lo defiendes? Él te secuestró, incluso casi te entierra vida. Por Dios.

Asimilo sus palabras.

Ha estado jugando conmigo desde el principio al igual que con su hermano.

—Ambos sabemos la verdad detrás de sus acciones. Él no era malo ni tampoco bueno, creo que cada quien aprende a llevar la vida como cree que lo debe llevar, y yo tampoco creo que yo sea buena para venir a juzgarlo —replico en un tono cortante, negándome a guardar algún tipo de rencor. Ella pone los ojos en blanco. —¿Sabes? He recordado mucho durante estás últimas horas. Sé lo que le hizo ella, pero no justifico sus actos. Un niño no tiene la culpa de lo que le hacen, pero después de grande ya es su decisión todo lo que haga.

—Yo lo salve —esboza una sonrisita. Da un paso hacia mí. —Cuando una persona salva a otro pasa a ser el dueño de su alma.

Da otro paso.

—No es cierto. Te burlaste de él y lo utilizaste. Lo convertiste en tu títere porque ingenuamente pensó que lo estabas salvando, pero sólo lo estabas condenado.

Ella chasquea la lengua con desinterés.

—Oh, vamos Jude. Ni siquiera fuiste capaz de hablar cuando supiste lo que le pasó a mi tía, así que no te atrevas a mirarme como si yo soy la que está mal. Tu oscuridad también fue lo que nos atrapó.

Y a mí me invade una oleada de culpabilidad. Esa culpa me inmoviliza por un momento y trago saliva al sentir la garganta seca.

No sabía que la Tía de Thiago y Paloma era alérgica al cacahuate. Lo juro por mi vida y aquella mañana vi como Paloma le echaba cacahuete a su café, minutos después Salomón y yo habíamos descubierto el cadáver en aquella habitación. Yo me desmayé en sus brazos y cuando por fin reaccioné guarde el secreto solamente porque Paloma me lo pidió.

Que ingenua.

Qué estúpida fui.

Mi edad no debió ser una excusa para callar un asesinato.

Me doy una cachetada mental para evitar que me salgan las lágrimas y es cuando la escucho decir.

—Ella solo obtuvo lo que merecía —Paloma rodea la encimera. —Tienen mucha confianza en que me llevarán a esa clínica, ¿verdad?

Sonrío alzando una ceja.

—Yo me voy a asegurar de que eso suceda Paloma.

Suelta una carcajada hueca y vacía.

—A lo mejor, te atravieso el corazón con un cuchillo y me largo de aquí. Conozco todos los rincones de esa casa.¿Pueden juzgar a una persona muerta en un tribunal? A mí me parece que no.

Snap [Psyche#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora