La verdad no es lo que ves. Es lo que haces de ella. No hay tal cosa como una verdad sana o una realidad perfecta.
Hay personas y objetivos.
Hay pérdidas y ganancias.
Hay vida y muerte.
Gente sana y gente enferma.
He sido testigo de cómo la vida se acaba delante de mis ojos desde pequeño.
Después de ver cómo la vida abandonaba el cuerpo pequeño de mi hermanita cuando tenía diez años, tuve una especie de manifestación de ira y de destrucción. Aboreaba la sensación de ver cosas rotas entre mis manos.
Podría ser mi naturaleza depravada, o el simple hecho de que siempre me ha gustado romper cosas, estropearlas, y luego ver cómo se hacen añicos tras su destrucción.
La gente se vuelve dura en ese estado y muestra sus tendencias más verdaderas y ocultas.
La muerte es un apretar un gatillo, una salpicadura de sangre y ojos vacíos.
Por eso nunca he temido a la muerte. Nunca he mirado para otro lado ante ella.
Nunca dudé frente a ella.
De hecho, irrumpí directamente en ello e hice que me temiera.
La conquisté y la puse de rodillas frente a mí, y luego le disparé en la cara como hicieron con mi hermanita.
He eludido las despiadadas garras de la muerte tantas veces que me creía inmune a ella.
Que en cierto modo, la muerte no me afectará.
No me tocaría.
No iba a llegar a herirme.
Y jamás me haría daño.
Pero ese fue mi error. Porque la muerte sigue ahí afectándome mediante ella.
Observo a Judith en la cama y mi pecho duele.
Aunque ella ya no es tan pequeña. Su rostro ha madurado y ha perdido los pocos restos de inocencia que conservaba en los tiempos de que la conocí.
—¡Judith! —grito su nombre una y otra vez hasta que mi garganta está árida y seca. Pero ella no me escucha. Está inalcanzable otra vez.
La veo acostada en la cama del hospital y no está realmente presente. Está respirando. Está dormida y lejos de mí. Mi corazón se está hundiendo. Espero y espero. Pero nada.
Estoy sujetándole la mano. Su cuerpo es frágil. Su rostro está pálida.
Le digo a Judith que todo va estar bien una y otra vez hasta que yo mismo me lo creo.
Su cabello se esparce por la almohada. Tiene las pestañas, llenas de gotas. Las lágrimas corren por su rostro, ¿está llorando? !Está llorando!
Pero entonces... ¡un movimiento!
—¡Oh, Dios mío! —digo, agarrando su mano con más fuerza. —Oh, Dios mío, ¡está llorando!
Presiono el botón de llamada de su cama.
Me inclino limpiando las lágrimas que corren por el exterior de sus mejillas.
—Judith, Judith. ¿Me oyes? —susurro. Sus ojos se mueven bajo sus párpados. Sus manos me dan un apretón mientras otra lágrima vuelve a deslizarse.
Presiono el botón de llamada una y otra vez, pero la enfermera no llega.
Presiono nuevamente.
La puerta se abre entrando dos enfermeras y el médico. Me quito del medio mientras rodean a Judith.
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Snap [Psyche#1]
Mystery / ThrillerEra una fiesta normal. Una fiesta con un simple e inocente juego de pulseras de colores. ¿Qué tan malo puede ser eso? Él ya lo había hecho con anterioridad, pero nunca fue encarcelado por sus crímenes porque nadie nunca sospechó que su rostro angeli...