14: poco tiempo.

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 Al otro día, en la escuela, Eri no podía borrar esas palabras de su cabeza, no durmió, no descanso, ni siquiera le daba atención a su clase; llevaba un gran tiempo de esa manera, pero ahora todo para ella era más alarmante

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Al otro día, en la escuela, Eri no podía borrar esas palabras de su cabeza, no durmió, no descanso, ni siquiera le daba atención a su clase; llevaba un gran tiempo de esa manera, pero ahora todo para ella era más alarmante. Cuando su segunda clase dio por terminada la gran mayoría de alumnos se fue retirando del salón con rapidez, no se dio cuenta el momento que los trillizos ya no estaban.


Suspiro, cuando iba a girar para salir alguien se interpuso en su camino. Sus colmillos volvieron a picar cuando noto a Ryussuke observaba con una cálida sonrisa. Llevaba su bento en una mano, a Erika se le hizo imposible no sonreírle.

―Hola, Eri-san. ¿Cómo has estado? Me enteré que ayer te sentías mal. No sabía que los vampiros también se enferman.

―Sólo estaba algo débil.

―¿Por eso las sombras bajo tus ojos?

―Supongo.―rió nerviosa― Lamento no poder almorzar contigo hoy, Ryussuke. Pero tengo que...

―¿Es por los Sakamaki?

Un incómodo y tenso silencio se formó entre ellos, inevitablemente el ceño de la chica de fruncio y sus labios se aplastaron sin entender, ¿cuál era el problema ahí? Ryussuke la observaba atentamente esperando una respuesta, los celos nacían a cada segundo mientras escenarios donde los vampiros se aprovechaban de ella se mostraban en su mente con miedo.

―No es asunto tuyo.

―¿Acaso no soy tu amigo?

―Eso no te da el derecho de saber todo sobre mi vida privada. Ahora, déjame pasar que yo si tengo cosas que hacer, no tengo tiempo de celos absurdos.―esquivo el cuerpo del chico olímpicamente, pasando de el hasta salir del salón.

Camino por el pasillo a pasos rápidos, tratando de encontrar a alguno de los hermanos. Subió las escaleras al siguiente piso, sabía que Shuu siempre dormía en uno de esos salones, o que Reiji se quedaba en su salón a estudiar.

Vio a diferentes alumnos observarla, susurraba cosas entre ellos que Eri escuchaba sin poder evitarlo «Se acuesta con todos.» «Es una perra.» No sabía de donde nacieron esos rumores, y aunque le dolía no podía hacer nada al respecto, simplemente debía aceptarlo. Ese no era su mayor inconveniente.

Vio un salón en oscuras, parecía deshabitado, abrió la puerta de este para ver si Shuu se encontraba allí dentro. Para su suerte, lo vio sobre un sofá rojo, con un brazo sobre su cabeza y otro sobre su pecho mientras la música se reproducía. Sonrió, de alguna manera se sentía desesperada.

Cerró la puerta atrás de si y avanzó hacia el, ahora con la luz encendida. A pesar de ser este un salón, no tenía nada más que ese sofa rojo y una pizzarra sin escritos en esta.

Sus rodillas tocaron el suelo cuando se colocó frente a el, sus ojos tristes lo observaron al rubio; ¿de que manera iba a lograrlo? No se sentía capas de atraerlos.

―Shuu...

―¿Qué quieres ahora?―me observó por el rabillo de su ojo abierto.

―Dejame estar contigo.―se levantó, se subió sobre su abdomen, dejando ambas piernas a sus costados. El aludido la observó vagamente, con un pequeño interés― Por favor.

―¿No tienes a alguien más quien molestar?

―Quiero estar contigo.

―¿Y tu amigo humano?

«¿Cómo...»

―El no importa.―se inclinó, alzando su trasero mientras su cabello caía a sus costados al estar sobre el, inclinada rozando sus pechos― ¿No quieres mi sangre?

―¿A qué juegas?―su voz era tranquila, tanto que Eri se sintió nerviosa.

―Nada.―repartió besos por su mandíbula, esperando alguna reacción del rubio― sólo quiero complacer a mi sempai.

―No soy como mis hermanos, se cuando mientes Erika.

Odiaba que la llamen así, paro sus movimientos, más no se levanto de sobre el.

―No me llames así.―beso castamente sus labios, Shuu suspiro, moviendo sus manos a la cintura de la joven.

Los jadeos y ruidos humedos estallaron en la pequeña habitación de la escuela. Sólo así Eri logró sentirse un poco mejor. Mintiendo y traicionando.

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血液 ketsueki  ➵ diabolik lovers ;; au ✔ SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora