O4: libros.

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Tomo el libro entre sus manos, las crudas tapas que tenía mostraba su antigüedad

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Tomo el libro entre sus manos, las crudas tapas que tenía mostraba su antigüedad. Había leído uno de ellos hace mucho tiempo, cuando aún era una niña en el regazo de su madre, ella le contaba divertidas historias, cambiaba los hechos atroces de la guerra para hacerle parecer algo suave ante su primogénita. Eri suspiro,

extrañaba esos tiempos donde sólo había tranquilidad.

Ver envejecer a su madre habría sido horrible, aunque lo hubiera preferido antes de sólo ver su reflejo en la habitación oscura, donde sólo había una cama, un espejo y todos sus temores convirtiéndose en locura. No debía volver, con sólo pensar en eso la respiración se le iba.

Trago saliva y se sentó en el sofá individual de la biblioteca, los hermanos se habían ido hace mucho tiempo a la escuela, aclarandole que no debía molestar o irse de la casa mientras ellos no estaban. Eran raros, pero podía aprender a vivir con eso. Eri jamás fue a la escuela, recibía educación de su difunta madre, pero cuando ella falleció y fue encerrada sólo le quedaba leer el mismo libro por años y años. Su padre no le permitía leer algo más.

Pasó la página con tranquilidad, sabiendo el desarrollo de memoria.

Hace siglos atrás la guerra por el trono se había llevado de una manera sangrienta, muchas muertes de campesinos e incluso personas de la realeza, Karlheinz fue quien ganó el trono entre tantos quienes querían ocuparlo. Entre ellos su padre, pero el no era ni la mitad de fuerte que el actual Rey. Era una burla compararlos.

Su madre siempre le repetía lo mismo cuando leía, «La violencia solo trae más violencia» por eso no debía pelear como ellos, un abrazo solucionaba todo. O así eran los lamentables pensamientos de una humana retenida.

Jamás pensó en la guerra como algo bueno, pero Karlheinz dijo que era necesaria. Entonces le creyó.

La puerta de la entrada siendo abierta hizo que Eri se levantara rápidamente de su lugar, dejo el libro en la pequeña mesa del centro y salió de la habitación. Al bajar las escaleras noto los inexpresivos rostro pálidos ir en distintas direcciones, forzó una sonrisa cuando Reiji se posicionó frente a ella, con su uniforme de escuela intacto.

―¿Dónde estabas?

―Leyendo.

―¿Sabes hacerlo?―la burlona voz de Ayato hizo acto de presencia, acercándose con Laito a su lado― ¿Acaso no eras una cavernícola?

―Si, se leer.―cruzo sus brazos― A comparación de ti yo puedo entender palabras complejas, en cambio tu sólo entiendes las groserías como todo un insulso.―el ceño fruncido del pelirrojo y la risa de su hermano gemelo hicieron sonreír a la rubia.

―Dejen sus ridiculeces y hagan algo productivo.―fue lo último que dijo el mayor antes de desaparecer.

―Yo conozco cosas productivas para hacer.

Fue cuestión de segundos sentir la suavidad de sus sábanas bajo ella, su espalda chocando con algo y su cabello esparciendose sobre su almohada. Tenía a Laito con una traviesa sonrisa mirándola sobre ella, mientras remojaba sus labios delgados. Conocía aquella faceta, le advirtieron que el mayor de los trillizos era un pervertido desde joven.

Unas manos curiosas pasaron por sus hombros, bajando las tiras de su vestido para dormir, ella trago saliva mientras aplastaba sus labios para no decir nada.

―No es divertido si tu no te quejas.―bufo el.

―¿Quieres que yo...

¿El realmente era tan raro?

―Creo que debería ser un poco más brusco contigo, pequeña perra.

―¿Q-qué?―no tuvo tiempo a pensarlo cuando sintió la brusquedad de su agarre quitandole la prenda que llevaba, desgarrandola como todo un cazador desesperado. Evitó jadear de sorpresa cuando expuso la parte delantera de su cuerpo.

Era un salvaje. Odioso, desagradable.

―Oh~ pero mira que tenemos aquí.―su hipócrita risa la hizo temblar, el se inclinó para quedar su boca cerca de su cuello, y con su camisa chocando con los pezones de la joven― ¿Acaso el gato te comió la lengua?

Quedó en silencio, con su respiración irregular. Laito aprovechó aquello para clavar sus colmillos en la clavícula de Eri, sus mejillas se volvieron rosas a medida que la dulce sangre de la rubia pasaba a su boca, de un momento a otro se sentía extasiado. Beber de un vampiro a otro era constante diferente.

Instalo su mano en el pecho de la chica mientras seguía succionando.

―E-espera, ya es m-mucho.―susurró entrecortada, sintiendo sus piernas temblar. Laito se separó, con un hilo de líquido rojo colgando de sus comisuras.

La rubia no se resistió y remojo sus labios, con sólo oler el néctar algo en ella se removió.

Agitado, el pelirrojo unió sus labios a los Eri, pasando su sabor con gusto.

Agitado, el pelirrojo unió sus labios a los Eri, pasando su sabor con gusto

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血液 ketsueki  ➵ diabolik lovers ;; au ✔ SIN EDITARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora