❝―Posiblemente, la sangre que tu lengua saborea es mía, y sólo posiblemente, tu estés disfrutando de ello.❞
Eri Madoka había sido encerrada, maltratada, y usada toda su vida bajo una mano conocida; luego de un siglo sin ver la noche con sus propios...
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La silenciosa noche es algo que Yui odiaba, de alguna forma a pesar de todo el tiempo que pasaba, ella no lograba acostumbrarse a todo eso. Desde la primera vez que experimentó como unos colmillos se clavan en su pálida piel, sus sueños estaban llenos de pesadillas, ella siendo devorada por esos monstruos, odiaba sentirse tan débil, pero lograba querer ser observada por alguien específico.
¿Cómo algo así estaría bien? si sólo era una presa, si el la trataba mal, si ellos la manipulaban... ¿cómo pudo querer ser de el? se preguntaba a si misma todo el tiempo si algún día escaparia, si a caso su padre se arrepentia de haberla abandonado como lo hizo, o si alguien algún dia la querría como ella deseaba.
Con sus ojos cerrados, pudo oir un fuerte golpe fuera de habitación, de un salto se levanto de la cama y avanzó hacia la puerta, dudo en abrirla, temia con lo que se encontraría. Pero lo hizo, salió al pasillo, decidió bajar las escaleras para entonces ver a la rubia mayor que ella ser acorralada por el hermano mayor.
Nuevamente, quedó sorprendida al ver una actitud diferente en uno de ellos, nunca pensó ver a Shuu de esa manera, observaba furioso a la invitada, quien le sonreía, noto una taza de té sobre el suelo, pero no había ningún líquido que comprobará que bebían anteriormente.
―¿Qué sucede?―sintió su cuerpo ser empujado cuando Ayato bajaba las escaleras, bajo su mirada.
―Sólo estamos hablando.―dijo la rubia― Pero Shuu parece enfadado conmigo.
―Shuu...―observo a su hermano.
El bajo su cabeza y negó, pero al instante desapareció de la sala. Erika mordió su labio, no quería ser realmente cruel, sólo seguía un papel ya establecido para ella, uno donde sólo debía herir para sobrevivir.
―Tu...―Yui creyó temblar cuando los ojos rojos de la vampira se clavaron en ella― tu...
―¡Erika!―la potente voz del Sakamaki hizo que la rubia se sintiera aliviada, fijo sus ojos en el pelirrojo― ¿Qué te sucede?
―¡¿Qué me sucede?!―jadeo, cerró sus ojos con fuerza― No los entiendo, a ninguno de ustedes.
―Creo que sucede a la inversa, nosotros no te entendemos a ti.―dio un paso, su mano de elevó hasta poder tocar la cabeza de la rubia mayor, dio unas palmadas, dejandola sin palabras― Se lo que sucedió.
―¿Y no me odias?
―Eres mi amiga, no te odio.―le sonrió, de una forma extraña por su poca costumbre.
Erika no aguanto ni un sólo segundo más para poder rodear con sus brazos al Sakamaki, lo abrazo, fue algo que dejo consternado al pelirrojo, pero aún sin saber que significaba aquello, aceptó la muestra de afectó con algo en su pecho incomodandolo. «Con que esto es un abrazo.» se dijo sorprendido.
Al separarse, Erika noto a la rubia aún en ese lugar.
―Yui, ¿no? ―Ayato giro, notandola por primera vez.
―S...
―No le des atención, sólo molesta.―la mirada llena de desprecio que le mostró el vampiro hizo a la humana adoblegarse con dolor, ¿por qué el no podía abrazarla?
―Pareces ser una Eva muy bonita, ¿Por qué no te acercas? no muerdo.―bromeó.
La rubia bajo las escaleras, y a paso lento se acercó a la mayor, quien desde con sus aires de grandeza difundidos la observaba con la mirada elevada.
―¿Cómo te tratan estos sádicos?
¿Que debía responder? Llevaba ya un gran tiempo ahí y lo único que recibía era maltrato, vampiros por todos lados que querían su sangre, la trataban como un animal y no como el ser humano que era. Posiblemente ellos la veían como algo inferior a un animal.
Pero a pesar de eso, a pesar de todo lo que paso... Yui seguía queriendo ser vista de una manera diferente por los hermanos, y al final del día, sus mordidas no eran tan malas.
―B-bien.
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