Capítulo 4

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Banquetes entre libros.

Como había dicho Lauren, el proceso de documentación había tardado más de lo esperado. Y no era por culpa de los recién llegados, sino de los incompetentes de la recepción. Personas con cara de haberse comido un limón, que odiaban su trabajo y estaban ahí solo para calentar la silla.

Quedé bastante molesta por su falta de profesionalidad. Prácticamente me llamaron perezosa por el hecho de que había terminado el bachillerato hacía ya tres años y no había estudiado nada más tras mi graduación. No me moleste en darles ninguna explicación. Pero si me reí victoriosa cuando les mostré mi matrícula de honor, pues no se juzga un libro por la portada.

Salí de ahí con cincuenta papeles por leer, parte de ellos para elegir mis asignaturas y a mis profesores. Cada materia tenía una pequeña ficha de introducción que explicaba detalladamente el plan docente y la forma de evaluar que se utilizaría. También nos dieron hora para venir en grupo y familiarizarnos con las aulas y los diferentes espacios del edificio. Lauren y yo nos intercambiamos los números para ir juntas. No quería sentirme sola, ya que aquello me agobiaba en lo más profundo. Gran parte de mi vida había estudiado en la mansión. Estar en una sede presencial me ponía algo nerviosa.

La chica de cabello peliazul y ojos verdes, era demasiado habladora, su boca probablemente no se cerraba ni para comer. Sin embargo su carácter optimista me impulsó a mantener el contacto con ella. Por lo menos es más amable que el resto. De los cuales una gran mayoría son niños mimados que gastan el dinero de sus papás. Con una actitud infantil y presumida.

Ahora me encontro en frente de Boulevard, después de haberme engullido un buen desayuno en una cafetería cercana. La misma dónde había quedado con Bettany hacía ya casi una semana. Como me aconsejó Bryce, me puse ropa cómoda, aunque no me quedase tan bien como los trajes formales. Unos jeans de Levi's y una sudadera oversize de Nike, color menta. Era la ropa que me había llevado de la mansión de mi ex, la poca deportiva que había tenido. Pues según él, solo debía usarse para deporte.

Abro las puertas y me adentro en la preciosa librería. Bryce está coqueteando con unas clientas, lo que no me impresiona en lo absoluto. Espero unos minutos, pero no parece darse cuenta de mi presencia, aun si la pequeña campana ha anunciado mi llegada.

Alguien me toma por el hombro y doy un pequeño brinco del susto que me llevo.

– Bienvenida. – dice una dulce voz masculina y me giro para apreciar de dónde proviene tal melodía.

No me cuesta reconocerlo, pues es uno de los hombres más hermosos que había visto en toda mi existencia. Mi segundo jefe. Me sonríe alegremente y no luce como un demonio, tal como lo pinta Bryce. De hecho, su rostro es como el de un ángel.

– Hola. – contesto  acompañándolo con un gesto de mano, por el cual me doy  una bofetada mental ya que me hizo ver torpe.

– ¿Deseas algo en concreto? – pregunta guardandose una libreta minúscula en el bolsillo trasero de su pantalón.

Lo que provoca que imagine su trasero.  Enseguida borró esa imagen de mi mente, o más bien me la guardo para después. 

– Hoy es mi primer día de trabajo. – explico tragando saliva, su mirada es tan intensa. 

– Oh, sí. Bryce me ha comentado acerca de tu incorporación...Pero pensé que serías un hombre...ese pequeño cabrón...– farfulla lo último desviando su mirada hacia el pelinegro. 

– Le he dejado bien claro que no habría nada entre nosotros... – aclaro. 

– No, sí no eres tú quien me preocupa, sino él. No sabe guardarse su cola entre las patas. 

Dulce y posesivo © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora