Capítulo 20

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Método Grey.

Mi respiración se calma recién cuando nos ajemos lo suficiente de Boulevard como para saber que aunque esté en la puerta del local, Bryce no podría ver el coche que conduce Charles con nosotras dentro.

Pero, aun así, sigo sintiendo su feroz mirada llena de deseo sobre mi piel, como si se hubiese detenido el tiempo en el momento en el que sus dedos estaban enterrándose en mí y sus labios me susurraban en el oído.

¿Qué he hecho? Mi sentido común toma la voz demasiado tarde en mi cabeza. Acabo de intimar con uno de mis jefes y a pesar de que Bryce siempre ha sido amigable conmigo y más como un compañero de trabajo, sigue siendo mi jefe.

Pero lo que más me preocupa no es eso, es que me he quedado con ganas de más. Me muevo incómoda en mi asiento, molesta por el cosquilleo intenso que aún siento muy vivaz en mi entrepierna. Si tan solo tuviéramos más de diez minutos...Quizá él...

— Hubiese acabado el trabajo. — la voz de Bett acaba la frase y por un momento me asusto por si lo pensé todo en voz alta. — Le dije a Charles que no me convencía su compañero y no me creía. Ahora míralo, sin mover un solo dedo por su equipo y llevándose el crédito.

— Cariño, ya lo hablamos, no me gusta que te alteres tanto por eso. Ya se arreglará. — la calma Charles y veo como le dedica una mirada cariñosa por el retrovisor.

Yo en tanto dejo escapar un pequeño suspiro porque no soy el foco de atención.

— Qué me vas a contar. — empieza Fedra con un tono de indignación. — He tenido tantos trabajos como me cambié de bragas y a decir verdad, lo peor no siempre son los jefes. Son los compañeros. Te andan jodiendo para que no les opaques.

Bett niega con la cabeza en tanto rebusca en su bolso para luego retocarse el maquillaje.

— Los jefes son otra historia. Otro nivel de dificultad. Me ha tocado soportar a algunos que de lejos eran peores que un toro bravo en mi rancho.

— Ay, que suerte tiene Lilith. Enserio, te envidio. Tu jefe no sólo es amable, está para comérselo. — suspira Fedra mordiendose el labio.

— ¡Fedra! — la riñe Betthany. Ya que el novio de mi otra amiga, Hernán, está en el mismo coche, lo que parece haber olvidado.

— ¿Qué? Hernán y yo no somos celosos. Las cosas las decimos por su nombre. Y los dos tenemos ojos. Si alguien está bueno, no tenemos miedo en decirnoslo. — explica muy segura cruzándose de brazos.

— Ya te veo comentando sobre el culo de una mesera o yendo a trios en bares swinger.

— Ay, no mames. — Fedra señala en mi dirección. — Ella es la que iría a un bar swinger y además, pagaría por una membresía. — me acusa.

Todos ríen, incluso los chicos y me sonrojo hasta que me arden las orejas.

— No hay nada de malo. — me dice Hernán viéndome incómoda por la situación. — Yo un día fui a uno de esos.

— No me contaste eso cariño. — Fedra se impulsa para levantarse y apoyarse en los asientos de delante, de modo que queda en medio.

—¿No que no eras celosa? — pregunto con una sonrisa divertida.

— Es... Curiosidad. — vuelve a sentarse en su sitio tras ser expuesta. — De todos modos, no nos contaste que coño hiciste allí para tardar tanto. Solo tenias una misión, una. Entrar, saludar, recoger el bolso e irte. Fácil, ¿no?

Sí. Comerme la boca de mi jefe no era el plan. Pero, la vida está llena de imprevistos.

Me acomodo en mi asiento. El vestido es suficientemente largo como para taparme, pero no puedo quitarme la sensación de que todo el mundo puede ver el agujero en mis medias, justo en la entrepierna. Pongo el bolso sobre mis rodillas, como si fuera a arreglar la situación.

Dulce y posesivo © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora