Capítulo 10

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Jugando en el yate.

Me desperté con un escozor y un dolor en mis piernas, que no era precisamente por haber recorrido tres veces el centro comercial con las chicas. Era un tipo de molestia exquisita. Y se debía nada más ni nada menos que al polvo celestial que había tenido con Dylan. He parado de contar a partir del quinto orgasmo.

Dejo ir un suspiro mientras miro en techo. Hoy es el último día aquí, por desgracia. Me gustaría pasarme meses en este lugar tan alejado de mi realidad. Una realidad donde tengo miles de responsabilidades, disgustos, trabajo. Está en mis manos cambiar esa percepción. Sueño con que un día mi nombre vaya acompañado con mi éxito como diseñadora. Y que pueda permitirme por mi misma hacer un viaje así.

Mis pensamientos se desvanecen cuando escucho la puerta abrirse. Dylan entra con una mirada que me asusta. Parece, ¿arrepentimiento? Mi corazón se encoge, pero creo que lo podré soportar.

Lleva una bandeja con comida y la deja a los pies de la cama, luego se agacha al lado mío y me toma del mentón.

– Porfavor, necesito saber algo.

– ¿Qué cosa?

– ¿Habías bebido ayer?

Niego con la cabeza y su rostro se relaja y en consecuencia también permito que la tensión abandome mi cuerpo. Por lo menos no era lo que creía.

– Ayer el alcohol me nubló un poco la mente y quería estar seguro de que lo que pasó anoche fue porque tú también querías.

– No he bebido ni una gota y te puedo confirmar que volvería a repetirlo una y otra vez. - digo y mis mejillas se tornan de un color rosado.

No puedo mentirle, me ha dejado más que satisfecha. Hasta estoy más animada. ¿Es cierto eso de que el sexo es saludable?

– Pequeña golosa, lo haremos cuanto tú quieras. Pero...ahora debes retomar energía. ¿Qué te parece si empiezas con eso?

Dirijo de nuevo mi atención a esa bandeja y a parte de deliciosas pastas dulces, hay un montón de frutas que ya quiero devorar. Acerco mi mano y tomo una pasta al azar. Mis papilas gustativas se vuelven aficionadas al sabor. Dylan rodea la cama y se recuesta en el lado vacío, habiendo agarrado antes un racimo de uvas color lila.

– Abre la boca. – me pide mientras noto como su mirada se pasea por mi cuerpo desnudo, semi envuelto en las sábanas.

Recuerdo que me dijo lo mismo ayer, pero fue para tragarme su semen. Quiero esconderme, es como si ayer hubiese gastado toda mi valentía.

Hago lo que me pide y me mete una uva en la boca. Nos quedamos así, sin decir nada. Los dos cómodos y él dándome de comer. Por dentro doy saltos de alegría.

Entre los dos nos terminamos todo el desayuno. Me toma de la mano y me levanto, dejando ver todo mi cuerpo. Me toma por la cintura y me pega contra su pecho. Agarra unos mechones de mi cabello y juega con ellos entre sus dedos.

– Mientras estabas descansando hice un par de recados. Y.. Como te he prometido te compré un nuevo traje de baño.

– ¿Enserio? ¿Qué hora es? – pregunté porque no había ningún reloj de pared en la habitación.

– Las once y media. – me dice tras revisar su celular.

– Oh, no. Debiste despertarme antes. Quería aprovechar el día al máximo. – balbucee poniendo un pequeño puchero.

– Preferí que renovases tus energías. Hoy tenemos un buen planning. Un recorrido en yate.

Para mi ir en yate seguía siendo algo impresionante y digno de recordar. Estuve tanto tiempo encerrada en la mansión de los Bridget que apenas tenía anécdotas para platicar. Aún viviendo con un multimillonario mi única misión era ser la esclava de sus deseos. Atada a su persona y a su empresa. Era la misma criada pero en diferente posición.

Dulce y posesivo © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora