Un reencuentro.
Incómodo. Así es como podría describir la caminata con Bryce que tenemos hasta el apartamento.
Y que menos, acabo de ser llamada por otro nombre y besarme con un hombre que se supone que no conozco. Debe de pensar que estoy loca, soy mentirosa compulsiva o algo peor.
Con la vista periférica puedo ver su rostro. Está serio, pero tampoco parece enfadado. Y esa indiferencia es la que me asusta más.
Acelero un poco el paso, las manos me sudan y odio sentir que mi pasado me pisa los talones. De pronto siento la mano de Bryce alrededor de mi muñeca, es un agarre suave, casi cariñoso.
— ¿Quieres hablar? — me pregunta y sé a lo que se refiere.
Por alguna razón, asiento automáticamente.
Me guía hasta el parquecito que tenemos justo a la derecha. Se sienta en uno de los bancos y me espera mientras ve pasar a la gente.
Me dejo caer sobre el banco de madera y un suspiro profundo escapa de mi garganta.
— Sabes, yo te entiendo. — me dice. — Yo antes me llamaba Gonzalo.
— Anda ya, Bryce.
— Vale, es mentira. ¿Pero a que te hizo sonreír?
— No... Bueno, sí. Pero no es el momento.
— Creo que cualquier momento es ideal para verte esa sonrisa. No quiero que pienses que me he tomado a mal lo que ha pasado. Solamente me ha tomado por sorpresa.
— ¿De verdad?
— Sí. Cada uno tenemos nuestras cosas ocultas. Solo rezo para que no seas asesina en serie. O la caníbal. Y si tus secretos no interfieren negativamente en mi vida, no te presiono. Si quieres contarlo, hazlo. Y si no, haremos como que nada de eso ha ocurrido.
La forma en la que me está hablando, su incondicional comprensión hacia mí, me invitan a sincerarme ante él. Tengo suerte, últimamente estoy rodeada de personas que valen la pena. Y ahora, a diferencia de hace meses, cuando algo malo me pasa, no me siento sola.
<< — Lo único que me molesta es que aceptes el beso a un extraño antes que los míos. Eso si que no.
— Algún día tendrás un beso mío, algún día. — digo conteniendo la risa ante su puchero de niño pequeño. — Él era alguien importante para mí. Pero yo no era nada para él. — empiezo a contar.
— Pues vaya capullo. — se queja el pelinegro cruzándose de brazos.
— Tenía un ex controlador y tóxico. Y me alejé todo lo posible de él y de los recuerdos que lo rodeaban. Entre ellos, el minúsculo amorío que tuve por ese señor sinvergüenza.
— Oye que, si necesitas clases de boxeo, te puedo enseñar. No es bueno estar expuesta a tipejos así. Un par de puñetazos y verás como no te vuelven a buscar.
— Ni tan mala idea.
Tras tantas experiencias traumáticas, que no le voy a contar hoy, me planteo aprender defensa personal. Sería magnífico apañarmelas sola.
— Pues ya sabes, cualquier día me llamas, me dices "Bryce, amor, quiero clases de boxeo con alguien taaan sexy como tú" y yo encantado te doy día y hora.
Le doy un pequeño golpe con la mano. Es imposible tener una conversación seria con este chico.
— ¿Desde cuando practicas boxeo? — me hago la curiosa.
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Dulce y posesivo © (+18)
Novela JuvenilDos hermanastros, secretos, el retorno de su primer amor y alguien que quiere destruirla. La vida de Senata vuelve a alterarse una vez más. Las cosas se ponen difíciles y los fantasmas del pasado permanecen allí por mucho que quiera empezar de 0. ¿S...