Capítulo 23

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Decisiones.

Los trámites son desde luego mi parte menos favorita. Todo ese papeleo me resulta un proceso sumamente agotador. Sin embargo, gracias a los contactos de Jaden, a las dos semanas puedo proclamar el piso como mío.

Dylan todavía no se cree la noticia. Está feliz por mí, por supuesto, pero le resulta difícil aceptar que no me verá todas las mañanas al despertar. Yo, por mucho que no quiera admitirlo en voz alta, me siento aliviada por por fin vivir sola. 

Bett, Fedra y yo nos paseamos por los pasillos del Ikea. Yo porque debo elegir ciertas cosas para hacer el piso más acogedor. Ya venía con los muebles incorporados, no obstante, le falta ese algo. Detalles que harán la diferencia.

Fedra por su parte está que se desmaya de alegría, ella y Hernán se mudaran a una casa espectacular que él ha heredado y desea darle un toque nuevo. Dice que parece la mansión de un viejo de 80 años. Y es verdad, todo es tan anticuado.

Y Bett, ella quiere hacer la habitación de Jules mucho más adaptada a sus gustos.

— Pondremos una estantería enorme, enorme. Y tendrá tantos libros que parecerá una biblioteca.

— Que suertudo. Más de uno desearía tener una madre como tú. — le digo empujando el carrito de la compra. Pesa en su gran mayoría por la cantidad de velas que compré.

— Se lo merece. Los niños se lo merecen. Nos dan tanta alegría. Y nuestro deber como padres es darles formas para desarrollarse, como la lectura.

— Los niños no son lo mío. — ladra Fedra a nuestras espaldas. — Antes que cambiar un pañal, prefiero estar bajo el sol de las Maldivas.

Bett pone los ojos en blanco. Y luego dirige la vista a mí. — ¿Y tú Lilith? ¿Has pensado alguna vez en ser madre?

— Bueno, todavía soy muy joven, lo sabes. Pero.... — me quedo perdida unos segundos. — Sí. Quiero formar una familia y escuchar pisaditas sobre el parqué, mientras cocino.

— Me debes treinta pavos. — comenta Bettany con una amplia sonrisa mientras apunta a nuestra amiga. — El club de las mamis va ganando.

— No tan rápido, chica. Hasta que no tenga ese bebé, tiene tiempo a arrepentirse.

—¿En serio habéis apostado a costa mía? — me quejo. — Sois tremendas.

Seguimos amontonando cosas en el carrito. Y muchas de ellas innecesarias, con la típica excusa de "por si acaso". Llegamos a la zona de los sofás y divanes, para desplomarnos allí y descansar.

— ¿No tendrán uno de esos que sirven expresamente para...follar?— pregunta Fedra susurrando la última palabra.

— Uy, esto es una tienda familiar. Obvio que no, cochina. — le contesta Bett. — Si quieres uno de esos hay páginas en Internet.

— Bien que tú las conoces, ¿verdad? Marrana. — le contraataca. — Pasa link.

La gente pasa por allí mirándonos mal, pero qué esperaban. No nos vamos a mover de aquí en un buen rato.
  
— Creo que es bueno que tengan una distancia con Dylan. Aviva la pasión. Eso de no veros tanto y luego tener un reencuentro. Tener citas.

— Eso siempre funciona. Imagina cómo sería si volviese a ver a Joseph, se le pondría el coño en llamas. — suelta Fedra como si fuese una conversación pasiva.

— Nunca controlas tu bocaza. — ladra Bett y le da un zape.

— ¿Qué? Follar no implica volverse a unir emocionalmente. Es solo eso, follar.

Dulce y posesivo © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora