A ratos, tú.

Si el viento te lleva mis suspiros.

Tanto tardé en recordar que odiaba la miseria del ego y la pobreza de las mentes que se creen superiores. Tanto me costó entender que cuando se quiere se puede y lo que se quiere cuida y no se deja a la suerte. Peleé por tus causas y tu pelaste para matarme en cada guerra. Hubo mil razones para marcharse y tú te fuiste a la primera, cuando yo encontraba en cada estrella una razón para quedarme.

Si el viento lleva mis palabras hasta tus ojos mentirosos, quiero que sepas que eras un capullo jugando a estar herido, te conocí más de lo que creíste, más lo que decías y más de lo que me conocías.

No hubo cielo en tus ojos, me confundí con el brillo de tus truenos, me cegaste, pero, ahora entiendo todo lo que sabía y olvidé contigo. ¿Qué decir? La culpa fue mía, ignoré todas las señales.

Capullo mío, tú y tu sonrisa burlona con miles de kilos de ego en cada hoyuelo deben de reírse de cada prosa mía. Un disgusto haber coincidido contigo en esta vida suicida, un placer no haber saltado más a tu mirada.

Ya no serás más el crimen de mis folios y el filo de tus heridas ya no crearán más líos en mis genes.

Si el viento lleva mis suspiros hasta tus latidos, tendría miedo de que tus cielos se elevasen.