Septiembre.

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Quizás he llegado demasiado tarde, pero aquí, te confieso todo lo que ese día no te pude decir, por falta de razón y sobra de corazón.
Perdón por huir antes de tiempo, no sabía qué hacía, aunque sentía que debía. Nuestros caminos no coincidieron y no hablo sólo de ese día, hablo de toda la vida. Tú querías hablar conmigo y yo quería salvarnos, así que cuando te vi te abracé buscando mis pedazos rotos. Me habías ignorado días ¿Acaso mis fragmentos te habían dañado?
Me miraste a los ojos y me dijiste que no me dejarías ir, te dije que te amaba y estando entre tus brazos reíste con la ironía gobernando y pronunciaste algo que me mató tan lento que sentí el dolor a cada segundo: ''¿Ahora sí me amas?''. Maldita sea, te amaba tanto que me quitabas el aliento.

Debiste de haberme visto aquel día, cada paso que daba dudaba de cada duda tuya y moría lentamente, aquel lunes no fue como ningún otro. Antes de irme a casa quería parar, así que aceleré lo que pasaría y me estrellé porque era la única manera de detenerme. Me enteré de lo que callaste en días, al final de todo yo pensé ¿Por qué mentiría alguien tan cercana a nosotros? No diré lo que me dijeron y lo estúpida que me sentí por no haberme dado cuenta antes.
Así que me armé de todos mis temores y te esperé junto a un corazón hecho añicos, aquella tarde bajo la luz del Sol fue la última vez que vi tus ojos tan sinceros.
Tus dudas mataban y no quería morir así, no sabías que querías o si me querías, yo pensando que éramos un acierto, tú creyendo que éramos un fallo.

Te dije que ya no podía, que dolías y no lo merecía, intentaste calmarme y explicarme, aunque las palabras no te ayudaron, no podría seguir sin ti, pero dime ¿qué seríamos si sólo uno de nosotros quedaba? No querías perderme, pero yo ya te había perdido.
Me sinceré todo lo que pude, aunque evité romperme frente a tus ojos, me mirabas con lastima y sólo lastimabas en cada mirada. No podría olvidarte, confesé; tú tampoco lo harías, aseguraste.
Me estaba ahogando y tú ya no serías mi salvavidas, me dejaste hundirme en el océano de tu caos.
Me amarías para siempre y siempre estarías para mí, prometiste; te dije que los para siempre no existían, y prometiste demostrarme que existen, sí si era conmigo, dime ahora ¿Dónde te escondes? Hace mucho que no te veo.

Y aunque te abracé todo lo que pude esa última tarde, te dejé ir, pero no supe decirte adiós. Yo sólo quería salvarme y te solté porque tú ya lo habías hecho desde hacía mucho tiempo.
Aunque me llamaste por última vez, no volteé porque sabía que lloraría al verte llorar, incluso tu voz rota me rompió aún más, como si eso fuera posible. Caminé por las mismas calles en las que nos tomamos de la mano y el aire no me bastaba, quería huir o buscarte. Quería encontrarte, aunque estuvieses detrás de mí.
¿Realmente hice bien en dejarte ir? No luché más por ti, ni tú por mí. A ratos, me arrepentía.

A ratos, tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora