Príncipe de mis tinieblas,
eras el temor de mis noches
y mis noches de dolores.
Llámame demente, porque te concedí mi coraza
para que el ejército de tus sueños me derribase.
Rey de mi alma,
nunca has querido curarme
porque amabas destrozarme.
Dejé de luchar contra tus mareas y me uní a tus cauces
porque las corrientes que conducías en mi, ganaban.Tú ya eras la condena de mis cadenas
y quería que fueses mi armadura cuando los sueños me desarmasen.
Te concedí mi vida para que me dañaras los miedos o me dañaras a mí.
Caballero de mis miedos,
te pedí que no destruyeras mis épocas por un poco de tus ratos sin fin.
Podías destruir mis dragones
pero no apagar el fuego de mi corazón
que quemaba en la espera de que gobernaras mi palacio.
Que ilusa fui al creer que tus murallas eran Esparta,
sólo porque en tu pecho era fuerte.
Al igual que Menelao
creé mi caos al no encontrarte más,
diez años de guerra en mí fue mi condena.
Príncipe que ya no es mío,
gobernarás por los siglos de mis días sin fin.
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A ratos, tú.
PoesiaNo es que se me hayan cruzado los cables, es que te me has cruzado tú.