Un beso no bastará

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Ese día en la noche fui a cenar a la casa de los chicos, tal y como le había prometido a Piero

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Ese día en la noche fui a cenar a la casa de los chicos, tal y como le había prometido a Piero. Aún me bailaban en la cabeza las palabras de Gian, diciéndome que esa Wonder Woman casi se casa con él. No sabía por qué pero me hería un poco. No éramos nada, pero lo que sentía cuando estaba con él era...de alguna forma me hacía pensar que tenía derecho a sentir celos. Me había prometido a mí misma, sin embargo, no pedirle explicaciones porque sobre eso sí que no tenía derecho alguno.

Él me recogió en casa y durante todo el camino me mantuve callada, no quería que notara mi incomodidad y si hablaba de seguro lo haría. No quería sentirme así, lo juro, no hay nada peor que eso.

Mierda, creo que estoy empezando a enamorarmepensé.

–¿Empezando? ¿Bebé tú eres cortita de mente o te haces? Ya lo estás.

Llegamos a la súper casa y nos recibió el mismo mayordomo que lo había hecho aquella vez. Yo iba vestida de una manera muy sencilla y Gianluca no perdió tiempo en hacérmelo saber:

–Recuérdame que mañana te lleve a hacer unas compras, por favor. Mi novia no puede ir por ahí pareciendo un esperpento– dijo, mirándome de arriba a abajo. Le dediqué una mueca, levantando mi labio superior y respondí desganada:

–Arreglarse está sobrevalorado...

–Estás bien así, no te preocupes, es él que es un poco imbécil de vez en cuando– intervino Piero.

–También lo creo, bella. Estás bella como sea– opinó Ignazio, dedicándome una sonrisa.

–Eso no es verdad, sólo lo dicen por ser agradables, no les creas. Ahora, vamos a cenar, ¿no?– habló Gian y sólo le faltó tomar un tenedor y meternos la comida en la boca.

Como la otra vez, conversábamos mientras comíamos y me preguntaron curiosos, en una de esas conversaciones, cómo era mi país.

–Cubaa tiene sus cosas...Es cierto que hay pobreza, es un país subdesarrollado el el que todos quieren pertenecer al primer mundo–sentí mucha melancolía al hablar de esas cosas– Pero las personas son alegres, festejan por cualquier cosa y si no hay nada que celebrar, pues se lo inventan. A los cubanos nos gusta el café bien fuerte, de esos que con tomarte una taza ya tienes la energía para todo el día, y no el café aguado de máquinas, del que necesitas beber un vaso entero. Y La Habana...mi Habana, esa que h visto caminar en sus calles, entre miles de cubanos a un "caballero de París". La Habana no es La Habana de los forasteros, sin embargo es mi Habana, no la cambiaría por ningún otro sitio en el mundo– concluí.

–¿Por qué estás aquí entonces?– quiso saber Gianluca. Medité su pregunta unos segundos antes de responder.

–Siempre quise conocer algo más allá de mis narices. No soñaba con viajar por todo el mundo ni nada parecido, pero sí quería visitar otro país, ver otros horizontes. Por eso estoy aquí, pero no he dicho que me vaya a quedar toda la vida.

¿Y tú quién eres?[COMPLETO✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora